***SOLO HOY Y ahora supera mi beso de Megan MaxwellÂ
Regresa Megan Maxwell con una novela romántico-erótica tan ardiente que se derretirá en tus manos.
Sexo. Familia. Diversión. Locura.Vuelve a soñar con la nueva novela de la autora nacional más vendida...+21 de Darlis Stefany pdf
+21 (Saga: InspĂrame 2) de Darlis Stefany pdf descargar gratis leer online
Darlis Stefany vuelve con su segunda novela publicada llena de amor, superaciĂłn, amistades peligrosas y, sobre todo, escenas… +21
Graduarse en animación digital es el objetivo de Mérida Sousa, quien se encuentra iniciando sus estudios universitarios ¿El obstáculo? Su sucio secreto: crear historias gráficas sexuales.
Todos piensan en MĂ©rida como la dulce, tĂmida y callada muchacha latina que no matarĂa ni a una mosca y esa es la manera en la que ella desea que todo permanezca… Hasta que conoce a Dawson Harris.
Dawson Harris, romántico, pĂcaro y conocido entre las mujeres, comienza una nueva etapa de su vida: ser veterinario . Está comprometido a salvar la vida de los animales y darles una vida mejor. Es por ello que, cuando salva a una loca (literalmente) y esta lo golpea (literalmente) para despuĂ©s irse corriendo (literalmente), siente escalofrĂos y un Ăşnico pensamiento: esto está pasando. Y tiene razĂłn, porque ese es el principio.
Una perrita, un gato, un hámster y un pajarito con un ala rota son los primeros pasos que los unen para iniciar una épica aventura e historia que toma caminos inesperados cuando Dawson descubre el sucio secreto de Mérida.
Momento tras momento y de manera fortuita ellos van cayendo, hasta crear una alocada historia llena de romance y tal vez con un toque de… +21.
BiografĂa del autor
Su camino como escritora comienza a los doce o trece años de edad luego de haber criticado al menos cinco historias diferentes, cuando toma la decisiĂłn de dejar las crĂticas a un lado para iniciar su propia historia en una plataforma digital llamada «univision».Su popularidad comienza cuando publica en el 2013-2014 el primer borrador en la plataforma mundialmente conocida de Wattpad. Es ahĂ donde poco a poco va sonando su nombre entre la comunidad y se expande a otras redes sociales.Publica su primera obra H de Harry bajo el sello editorial Nova Casa editorial en 2016, el cual tiene una acogida increĂble y da paso a sus prĂłximas publicaciones como «El deseo prohibido de Doug», «Censurado», entre otros. El reconocimiento de estas historias la ha llevado a participar en ferias de libros internacionales como la de Quito-Ecuador, Santiago-Chile y Guadalajara-MĂ©xico, Bogotá-Colombia y PerĂş-Lima; además de ello ha participado en firmas de libros en otros paĂses como: España, Argentina y RepĂşblica Dominicana.Actualmente cuenta con mucha presencia en sus redes sociales y el apoyo de unos lectores apasionados que siempre se hacen presente. Cuenta con seis libros publicados bajo sello editorial y otros en camino a ser publicados.
3
La Virgen
Mérida
Tengo frĂo, pero finjo que no es asĂ cuando veo a mi alrededor a los estudiantes, y luego dirijo la mirada al cielo nublado. Hay dĂas en los que Londres es muy gris, y tengo la teorĂa de que el centro es incluso más frĂo que los alrededores. Sin embargo, es cierto que es una ciudad encantadora. Mi universidad, con las antiguas estructuras y frondosos árboles elegantes, me hace sentir bastante sofisticada, pero basta de distraerme, de nuevo me enfoco en mi buena amiga.
La expresión de Sarah no me dice demasiado, no sé si está sorprendida, asustada o si le da igual. Simplemente me mira mientras chupa su piruleta.
—¿CĂłmo te hiciste ese delineado gatuno tan grueso exactamente igual en ambos ojos? Está increĂble —es lo que dice luego de tanto silencio.
—¡Te hablo de una crisis! ¿Y eso es lo que me dices?
—Lo siento, es que podrĂa enfocarme en cabrearme sobre por quĂ© nunca me dijiste que ese imbĂ©cil estaba enviándote fotos de su polla y desbloqueándose cada vez que lo bloqueabas —gruñe.
Y en esta ocasión me encojo en mi asiento porque tiene razón. Fue un movimiento estúpido guardarme para mà misma lo que ciertamente se estaba volviendo un acoso. Tuve la fortuna de toparme con el dueño de las fotos y de que este sea una persona decente, pero el escenario pudo haber resultado muy diferente.
—Es que no pensaba muy bien —digo, ofreciéndole una pobre excusa.
—Quiero gritarte, por eso me concentro en lo increĂble que está tu delineado. RecuĂ©rdame de nuevo por quĂ© no haces tutoriales de maquillaje en YouTube.
—Porque me da vergüenza estar frente a la cámara y tengo miedo a los comentarios que puedan hacer.
—Es que a mĂ se me hace difĂcil entender que seas tĂmida cuando conmigo a veces puedes resultar una autĂ©ntica hija de puta.
—Me das confianza.
—Pues mira que la confianza parece que a veces no es muy bonita si te gana insultos —resopla, y su comentario me hace reĂr.
—En Venezuela decĂan que la confianza da asco.
—¿Cómo que da asco?
—Es un refrán, una manera de decir que la confianza a veces hace que te salga el tiro por la culata.
—¿Cómo que la culata? —Su rostro adquiere una graciosa expresión de confusión.
—Que las cosas no salen como esperas.
—¿Y qué tiene que ver eso con la confianza?
—Bueno, creo que se perdiĂł el chiste y el significado en el proceso en que no entendĂas nada —le recrimino.
—¡Pues perdóname por no ser latina y no entender dichos y refranes!
—Te perdono, Sarah. —Le palmeo la mano.
Eso la tiene riendo un rato y luego vuelve a dejarse caer en el sofá de mi casa.
—Asà que este joven apuesto no era Martin, pero resultó ser su amigo que es veterinario y a quien le gritaste un montón y terminó atendiendo a la perra mimada de tu mamá —dice, y asiento—. Suena hasta romántico.
—¿Romántico? ¡Fue vergonzoso! —Me cubro el rostro con las manos recordando el sentimiento—. Nunca soy capaz de hablarles a los chicos guapos o a las personas en general cuando no las conozco y con él no pude callarme.
—Pobre chico, y ni siquiera habĂa confianza para que diera asco.
—¿Qué? —pregunto, desconcertada por lo que acaba de decir, y ella hace un gesto con la mano.
—Por eso de que la confianza da asco.
—AsĂ no es como funciona, Sarah. —Me rĂo.
—¿Ves? No entiendo los dichos y refranes que me dices.
—Seguiré instruyéndote sobre ello hasta que lo entiendas. —Vuelvo a darle una palmadita en la mano—. Ahora, volviendo a Dawson…
—Nunca he conocido a ningún Dawson.
—No sabĂa quĂ© hacer luego mientras le cortaba el pelo a Leona. —Sacudo la cabeza recordando la consternaciĂłn—. Él llenĂł el silencio diciendo que no era la primera vez que Martin lo hacĂa, pero que esta vez lo habĂa llevado demasiado lejos y que tenĂa que darle una lecciĂłn.
—Estoy de acuerdo con nuestro guapo desconocido.
—Ahora me da algo de nervios enfrentarme al verdadero Martin, pero ya me comprometà con Dawson.
—Es necesario que lo confronten o seguirá haciéndoles eso a otras chicas y el que sale perjudicado es Dawson. Solo hay que recordar que le diste un puñetazo en el estómago.
—¡Cállate!
—Pero lo digo muy en serio lo de darle un escarmiento, Mérida.
Permanecemos unos minutos en silencio, y me resulta inevitable no cuestionarme cĂłmo he terminado en esta situaciĂłn cuando solamente buscaba amistades. Resulta que terminĂ© hablando con un mentiroso y encontrándome con la persona real de la foto, que, además de ser incluso más atractivo que en fotos, fue bastante amable aunque receloso, porque al fin y al cabo yo habĂa sido malvada con Ă©l.
Solo de acordarme me entra mucha vergĂĽenza. Me salvĂł en una piscina de tamaño olĂmpico y le di un puñetazo mientras le gritaba que era un pervertido, atendiĂł a Leona y yo no dejaba de insinuar sobre su perversiĂłn. ¡Jodido Martin! Por su culpa está pasando esto.
Luego de que Dawson me contara todo aquello, se hizo un silencio bastante vergonzoso mientras cortaba el pelo de Leona y hasta me sentĂ mal por que tuviese que cumplirle el capricho a mi mamá teniendo en cuenta que no era su trabajo, pero al parecer no me sentĂ lo suficiente mal porque luego le dije que mi mamá habĂa cambiado de idea y que querĂa que le cortara más pelo a la perra, cosa que no era cierta, pero es una broma para mi mami. DespuĂ©s de aquello, fue incĂłmodo, y cuando me pidiĂł el nĂşmero, solo me lo quedĂ© mirando, lo cual volviĂł la situaciĂłn más rara antes de que me explicara que era para ponernos de acuerdo en el plan «LecciĂłn para Martin».
Eso fue ayer, y desde entonces tengo que admitir que he estado chequeando de tanto en tanto si está en lĂnea o si cambia su sexi foto de perfil: en un jardĂn, riendo con unos tejanos ajustados que le caen un poco, la banda del bĂłxer visible y sin camisa. Es de complexiĂłn delgada pero tonificada, porque en el torso —lo poco que vi haciendo zoom— se le insinuaban los abdominales, aunque no estuviesen muy marcados. Es endiabladamente atractivo.
Cuando se suponĂa que era Martin me pareciĂł atractivo, pero no me despertĂł ningĂşn interĂ©s porque cuando hablamos no hice clic de una manera que no fuese amistosa, pero en persona, sabiendo ahora que no es un pervertido y que, de hecho, es bastante decente y todavĂa muchĂsimo más atractivo —cosa que creĂ imposible—, ando con un comportamiento extraño, aunque no significa nada.
No tiene que significar algo. ÂżQuiĂ©n no se deslumbra un poquito por un chico guapo, dulce con los animales, buena persona y con un cuerpo asĂ? Cualquiera estarĂa momentáneamente aturdida.
—Dime la verdad, MĂ©rida —dice Sarah captando mi atenciĂłn—. ÂżEstás exagerando cuando dices que es más lindo que en fotos? Porque en fotos ya se ve increĂble.
—Es en serio, y sus ojos son de diferentes colores y superbonitos. —Tiro de un hilo de la abertura de mis tejanos a la altura de la rodilla—. También es bastante alto… Aunque todo el mundo es más alto que tú.
—Mido un metro y cuarenta y ocho centĂmetros, que es una estatura bastante respetable —se defiende.
—La cuestiĂłn es que es más guapo que en fotos, y eso ya es decir basÂtante.
—Y tú también eres mucho más bella que en tus escasas fotos.
—Tampoco exageres, y es el maquillaje.
—Solo usas ese delineador y el pintalabios. Claro que cuando te maquillas como profesional te vuelves inalcanzable, pero en fotos eres bonita y en persona, un bombón. Pero, bueno, vamos a concluir esta historia, que debo irme a trabajar. ¿Cuál es el plan de Dawson contra Martin?
—No lo dijo, aĂşn no lo tenĂa claro.
—Bueno, ya me pondrás al dĂa. —Se pone de pie y se acomoda el sujetador—. Te prometo que creo que cada vez que duermo me crecen más los pechos.
—¿Estás segura de que no te causa dolor de espalda?
—Ya tengo planeado hacerme una reducción cuando tenga treinta años y ya haya tenido a Diana, mi futura bebé. Por ahora, vivo bien con ellas. Mientras no me acueste boca abajo e ignore a los pervertidos y sus comentarios, todo bien. Te veo pronto, querida. —Hace una pausa—. Y hoy aprendà que la confianza da asco.
—Y que el tiro te puede salir por la culata.
—SĂ, eso tambiĂ©n. —Se rĂe y luego ve a la perra, que desde la esquina le devuelve la mirada de una manera juzgona—. La dejaron muy fea, MĂ©rida, tu mamá se volverá loca.
—Es una broma —digo con una risa nerviosa, porque ahora no estoy muy segura de que la bromita me salga bien.
—Te va a salir la culata por el tiro.
No la corrijo, simplemente me rĂo mientras la veo salir. Mi mirada se cruza con la de Leona, que me ladra antes de dedicarme una mirada odiosa e irse a uno de sus lugares preferidos. Luego noto un rasguño en mi pie antes de que la gata del demonio maĂşlle.
—¿Qué quieres, Boo? Tú al menos eres más educada que esa perra malagradecida.
MaĂşlla y mueve la cabeza para decirme que quiere que la siga. La verdad es que entiendo que ella me odie, porque es una gata que se cree que soy su esclava, pero lo de Leona en serio que es personal, y la cosa es que quiero a esa perra mimada aunque no lo parezca y aunque ella no me quiera. Sigo a Boo y descubro que se le ha acabado el agua, y no hay manera en la que tome de la de Leona.
—Oh, lo siento, su majestad, una torpeza por mi parte.
MaĂşlla como si estuviese de acuerdo y eso me hace reĂr. Le sirvo agua y un poco de comida. La veo comer en tanto que le acaricio el pelaje y, sorprendentemente, me lo permite. Boo tiene tanta personalidad que podrĂa ser uno de esos gatos con miles de seguidores en redes, pero mami no quiere.
—¿Y si te hacemos una cuenta a escondidas, Boo?
Oigo un gruñido y al volverme me encuentro a Leona, que me ladra y me mira con desprecio. Tal vez sabe que por mi culpa tiene un corte de pelo feo.
—Oye, creo que en verdad esta vez admitirĂ© que no fue una buena idea, Leona. Lo siento. —Extiendo una mano en ofrenda de paz, y la perra se gira y se va—. Aunque tal vez sĂ te lo merecĂas.
Mi teléfono suena en el bolsillo trasero de mi pantalón, y no dudo en sacarlo, pero cuando veo el nombre en el identificador de llamada no sé si responder, porque esto de mantener conversaciones telefónicas con hombres guapos a los que insulté y golpeé no se me da bien.
—Hola… —digo con lentitud, y hay dos segundos de silencio.
—¿MĂ©rida como el estado de Venezuela? —pregunta una voz masculina, y sonrĂo.
Creo que no lo dejará ir.
—Esa soy yo. Mérida del Valle.
—¿Del Valle? —Suena desconcertado.
—Es muy comĂşn ponerlo de segundo nombre en mi paĂs natal. Además, hace honor a una virgen muy querida… Bueno, no creo que lo vayas a entender.
—Dame unos segundos, espera.
Boo termina de comer y me hace un gesto para que la deje tranquila, y luego se va con elegancia y me deja sola al teléfono. Salgo del lugar y subo las escaleras para llegar a mi habitación. Sea lo que sea que haga Dawson, toma más tiempo que un minuto, asà que saco una de mis hojas Bristol, tomo un marcador de punta fina y comienzo a dibujar al azar.
—¡Listo! Lo entiendo.
—¿El qué?
—El nombre Del Valle es de un estado llamado Nueva Esparta y una advocaciĂłn de la Virgen MarĂa, pero se la venera en muchos otros estados. —Recita otras pocas palabras más y me deja en silencio.
—¿Lo has buscado en internet?
—Eh… SĂ, lo querĂa entender.
—¿En Wikipedia? —Hay silencio—. ¡Lo has buscado definitivamente en Wikipedia!
—¡Es el primer enlace que me ha salido!
—No puedo creerlo. —Me tapo la boca con cuidado de no mancharme con el marcador mientras me rĂo.
—Entonces, tienes de segundo nombre «Del Valle», como la Virgen. ¿Quiere decir eso que eres una virgen?
Se hacen unos incómodos segundos de silencio en los que procesamos sus palabras. No puede verme, pero estoy sonrojándome.
—¡Mierda! ¡MaldiciĂłn! No querĂa decirlo asĂ, no querĂa preguntar si tenĂas sexo o no, sobre tu himen o… ¡Oh, Dios! Sueno como Drake y no puedo parar, pero no querĂa insinuar que no lo habĂas hecho nunca y… Cállame, por favor, cállame.
—No soy virgen… —Se hace un silencio incĂłmodo—. Quiero decir que no soy una advocaciĂłn de la Virgen MarĂa. No podrĂa serlo… Yo… Eh… Tuve mucho sexo… Quiero decir… ¡¿Por quĂ© nos has hecho caer en esta horrible conversaciĂłn?!
—Solo querĂa entender tu segundo nombre —responde, igual de exalÂtado.
Me tengo que abanicar con la mano porque en serio que mi rostro está demasiado caliente. Agradezco que no estemos frente a frente en medio de esta vergonzosa conversación.
—Bueno —dice, rompiendo el silencio.
—Bueno.
—¿Podemos olvidar que ha sucedido esto?
—Sà —afirmo de inmediato, y lo oigo reĂr.
—Mañana es viernes…
—Y pasado sábado —no puedo evitar decir antes de volver a los trazos en la hoja.
—QuĂ© inteligente —contesta con ironĂa, y sonrĂo—. Mañana irĂ© a la universidad porque necesito hacer una revisiĂłn de mi carga de notas…
—¿No estás graduado? Es decir, ya estás trabajando en tu especialidad…
—Es una historia larga, pero, en resumen, terminé las clases, pero aún no programan mi graduación porque esperan al otro curso. En mi curso fuimos muy pocos los que terminamos —explica con un suspiro—, y no tengo muchos pacientes realmente.
—Oh.
—SĂ, «oh». —Se aclara la garganta—. La cuestiĂłn es que irĂ© a la universidad y he quedado con Martin.
Frunzo el ceño recordando a ese bastardo sin nombre que me mintió y acosó con fotos feas y no pedidas de su polla.
—¿Cuál es el plan? —pregunto, y gracias al cielo Ă©l responde con algo supersencillo que tiene cero riesgos de que lo arruine—. PensĂ© que serĂa más dramático.
—Nah, creo que Drake es más dramático que yo.
—Claro —digo, como si supiera de quién habla.
—¿Cómo está tu hámster, Mérida del Valle?
—¿Por qué dices mi nombre as� —Me encuentro riendo y él también lo hace en voz baja.
—Es que para mà suena muy extraño y nuevo, pero bonito. ¿Lo pronuncio bien?
—No exactamente, porque tienes acento inglés, pero no está mal.
—¿Cómo es?
—Mérida del Valle —digo con mi acento.
—Guau, suena muy bonito.
—Y en la escuela se reĂan… Tal vez deberĂa publicar en Facebook: «A todos los que se rieron: sepan que hoy un muchacho inglĂ©s se maravillĂł del nombre del que se reĂan sin parar…, desgraciados».
—¿El «desgraciados» es necesario?
—SĂ, le da el toque final de «No lo superĂ© y os odiarĂ© toda mi vida. Besos».
—Impresionante. —Se rĂe.
—Respondiendo tu pregunta, Perry el Hámster está bien… Creo que no te agradecĂ de forma correcta el hecho de habernos salvado. A cualquiera puede resultarle divertido, e incluso ahora me puedo reĂr de eso, pero en el momento me asustĂł mucho. Puede que Leona me odie y sea una perra mala conmigo, pero la quiero y nunca dejarĂa que un perrito muriera. No me di cuenta de que tenĂa a Perry conmigo cuando saltĂ©, y eso hizo que me asustara, y al entrar en pánico no pude actuar como debĂa. Además, Leona se movĂa mucho y luego tuve un calambre…
—Pensaste en salvarlos primero.
—Fue lo primero que me vino a la mente. Mamá ama muchĂsimo a Leona, yo tambiĂ©n, y Perry es especial. En fin, muchas gracias, Dawson, y lamento haberte dado ese puñetazo y haberte gritado.
—Me alegra haber ayudado, incluso si la recompensa fue un puñetazo.
—¿Podemos olvidar eso también?
—Definitivamente no.
Bajo la vista a la hoja y me doy cuenta de que tengo el bosquejo de la forma de un rostro sospechosamente parecido al de la persona con la que hablo. De inmediato dejo de dibujar.
—Leona también está bien, aunque tengo serios arrepentimientos del corte de pelo que te hice darle.
—No le digas a nadie que le di ese corte o no traerán a sus mascotas.
—Demasiado tarde, ya te hice publicidad en Facebook con una foto suya —bromeo.
Está riendo cuando se oye un grito de horror que viene desde el piso de abajo, y cierro los ojos con fuerza. Mierda.
—¿Qué ha sido eso?
—Esa es la furia de Miranda Sousa viendo a su pomerania con su nuevo corte.
—Mierda —dice, riendo por lo bajo—. Déjame fuera de eso, porque me obligaste.
—Tranquilo, asumiré la culpa…
—¡Mérida del Valle! ¡Ven aquà ahora mismo! —El grito resuena por toda la casa.
—¿Oyes que habla en español? Es una indicación de que está muy cabreada. Si no sobrevivo, lucha en mi honor contra Martin.
—Cuenta con ello. Hasta luego, Mérida.
2
Dawson conoce al destino
Dawson
—¿QuĂ© tal… estuvo tu dĂa?
En la puerta de mi habitaciĂłn me encuentro a Drake, mi hermano gemelo, mi otra mitad, parte de mi vida.
Somos copias exactas, al menos para cualquiera que nos dĂ© un simple vistazo. Pocos logran diferenciarnos sin la necesidad de ver el brazo tatuado de mi hermano. Amo a mi copia mal hecha, es parte de mi todo, siempre hemos sido esos molestos gemelos inseparables y terribles que se hacĂan sentir, y el simple hecho de recordar que hace poco casi lo pierdo debido a una arriesgada cirugĂa que poco despuĂ©s trajo complicaciones hace que me vuelva a cagar del miedo.
Fueron los peores dĂas de mi vida, no quiero vivir en un mundo en el que Drake no estĂ©. SĂ© que Ă©l piensa que bromeo cuando digo que espero que muramos uno junto al otro al mismo tiempo, pero es un deseo real, porque me aterra despertar un dĂa y que Ă©l no estĂ©.
Pero me recuerdo que está vivo y que, aunque tiene dificultad con un lado de su cuerpo y con el habla, poco a poco lo está consiguiendo y logrará estar al cien por cien con su cuerpo, porque lo conozco bien y sĂ© que para mi copia mal hecha no hay lĂmites.
Le hago un gesto para que entre a la habitación mientras termino de secarme el cabello con la toalla. Se deja caer sobre la cama con una pelota antiestrés en la mano en la que necesita recuperar la movilidad del todo.
—Mi dĂa fue una locura —digo, y tiro la toalla en el cesto de ropa sucia—. Comenzando porque desprecio a la clientela que acude a la clĂnica veterinaria, de verdad, hay demasiadas personas sin educaciĂłn, y mi jefe se pone todo lameculos.
Drake rĂe, y yo sonrĂo, me acuesto a su lado y le quito la pelota para matar mi propio estrĂ©s.
—Quiero buscar otro lugar para trabajar en cuanto me gradĂşe, pero necesito aguantar un año en este sitio porque se verá bien en mi currĂculo.
La práctica en esta clĂnica no fue una pesadilla tan grande; tenĂa sus malos momentos, pero no era nada exagerado. Ahora que gano un sueldo y tengo un pequeño espacio con unos pocos pacientes asignados bajo supervisiĂłn, no es igual de divertido.
Quiero volver a ser un niño, cancelen mi suscripción para ser adulto.
—Tiene sentido.
—SĂ… —Asiento—. Pero no sĂ© cuánto podrĂ© aguantar. Hay una señora fingiendo que su gata está enferma para intentar que acceda a follar con ella porque le gustan jĂłvenes como yo. Y luego está ese viejo…
—Respeto —dice, para burlarse de mĂ, y entorno los ojos.
—Está ese señor que me acusa de haber enfermado a su tortuga. ¡Solo porque le dije que no podĂa seguir dándole Doritos! Luego está el hecho de que me hacen ir a este centro de capacitaciĂłn, recreaciĂłn y entrenamiento de animales. No está capacitado, Drake, no cumplen con el reglamento, pero sueltan dinero y todos fingen no verlo. Hoy un perrito y un hámster casi mueren ahĂ… Bueno, tambiĂ©n una persona —agrego.
—Guau…
—SĂ, tuve que saltar y salvarlos. La perra estaba muy asustada y yo estaba cagado hasta la mierda porque la dueña realmente pudo ahogarse por salvarlos.
—Admirable —comenta, y asiento en acuerdo porque eso fue lo que pensé cuando me suplicó que primero salvara a sus animales.
—Pero luego se volvió loca y se puso a hablar sobre fotos de penes, acoso y acecho. Me acusó de cosas incomprensibles mientras me miraba como si yo fuese la muerte.
—Tal vez escuchó que… rompes corazones.
—Ese eres tú.
—Ese fui yo… Éramos nosotros… Ahora eres tĂş —dice, y se rĂe de nuevo—, copia romanticona.
—Fue un dĂa superloco y ahora solo quiero descansar. —Le devuelvo la pelota y me cubro el rostro con un brazo—. Ya no quiero ser adulto, Drake, cancelemos esta misiĂłn.
—Demasiado tarde.
—¿QuĂ© tal tu dĂa?
—Quiero tener sexo… con Alaska. —Esa es su brillante respuesta, y esta vez soy quien rĂe.
—Paciencia.
—Odio esto.
—Lo sé, pero ya sabes que es un trabajo que, con esfuerzo, te llevará adonde estabas, y Alaska es paciente.
—No, no lo es.
—Bueno, pero va a esperarte.
—Es cierto. —Suspira—. Fue un dĂa… aburrido.
Comprendo que para él puede ser frustrante haber pasado de ser tan activo e independiente a esto, pero solo es cuestión de tiempo, y creo que entiende lo grave que fue su situación y lo afortunado que es de estar aquà para contarlo.
Me vuelvo, paso una pierna sobre las suyas y mi brazo alrededor de su torso y él se queja, pero ese es el propósito.
—Chisss, mantente tranquilo, tu hermano quince minutos mayor que tú quiere descansar.
—¿No son diez?
Sinceramente, ya no sé cuál es el tiempo real de diferencia entre nosotros porque a mamá le encanta jugar con ello. Solo sé que fui el primero en salir a asumir el riesgo que conlleva vivir.
—¿Has… hablado con Leah?
Suspiro. Para Drake y Alaska parece demasiado difĂcil entender que entre nosotros las cosas no funcionaron y que prefiero no hablar de ello. No porque Leah fuese un error o alguien desagradable, es solo que me enoja e incluso me hiere pensar que no funcionĂł, porque me gustaba de verdad y pensĂ© que llegarĂamos a algo, pero no sucediĂł y ya está.
Mi silencio es toda la respuesta que Drake necesita mientras permanece inmĂłvil y me deja bromear sobre abrazarlo, excepto que realmente me quedo dormido de esa forma.
De nuevo la señora Hamilton se encuentra aquà con su gata que está más sana que ella misma. Le dedico una sonrisa tensa mientras le indico que entre a mi diminuto consultorio.
Verás, no soy un malagradecido, de verdad agradezco mucho la oportunidad que se me da en esta prestigiosa clĂnica veterinaria, que se verá muy bien en mi currĂculo. Fue una gran hazaña y un milagro haber conseguido hacer las prácticas aquĂ, pero influyĂł que yo fuese el mejor de mi clase y admito que el consentido del profesor. Sin embargo, desempeñé tan buen trabajo que hace dos meses, cuando mis prácticas terminaron, el supervisor me propuso este pequeño espacio, y ÂżcĂłmo iba a rechazarlo? Era comenzar a trabajar en algo que amo, ir construyendo mi hoja de vida y en un lugar que, aunque no me gusten muchas cosas, tiene nombre y poder.
Pero, por supuesto, las cosas no podĂan ser sencillas y felices, y mucho menos perfectas. Los dueños de gran parte de los pacientes son insoportables, otros no quieren que el nuevo y joven trabajador vea a sus bebĂ©s, y luego están las señoras o las jĂłvenes, como la señora Hamilton, que quieren ligar conmigo y los que me acusan de que enfermo a sus mascotas porque les encanta determinar que no hago bien mi trabajo.
No solo fui el mejor de mi clase, es que soy malditamente bueno en la práctica. Sé que soy un veterinario excepcional, amo lo que hago, amo a los animales, casi los amo más que a mis hermanos, y eso dice mucho.
No niego que los cuidados de esta clĂnica son buenos y los instrumentos de trabajo son bastante modernos, pero el precio, el elitismo y los gastos exorbitantes en cosas que no lo valen me hacen sentir incĂłmodo, sin contar lo mencionado anteriormente.
Camino directo hacia la mesa camilla para evitarnos mucho protocolo con alguien que, de hecho, ya vino ayer.
—Señora Hamilton, ÂżquĂ© le sucede a Canie? —pregunto con una sonÂrisa.
—Oh, mi dulce pastel, recuerdas el nombre de mi bebé.
Imposible no hacerlo si viene como mĂnimo dos veces a la semana. La manera en que esta mujer está desperdiciando el dinero para lanzarme coqueteos es ridĂcula.
—Siempre recuerdo a mis pacientes.
Que son pocos, pero eso no tiene que saberlo.
—Eso es muy dulce. Casi me engañas, porque sé que puedes ser más que dulce, Dawson.
Nunca le dije que me tuteara, pero paso de ello y le indico que traiga a su gata, bastante mansa y agotada, que yace plácida sobre la camilla y ronronea cuando le rasco detrás de la oreja.
—¿A qué se debe el placer de verte tan pronto, Canie?
—Está rara —comienza la señora Hamilton.
Su argumento es que comiĂł demasiado y que no quiso sentarse a ver su programa favorito. Es de las peores excusas que ha buscado para venir, pero me encuentro asintiendo porque se me dejĂł en claro que si ella quiere venir todos los dĂas es bien recibida porque su dinero cuenta y los hace salivar.
—Qué extraño, ayer estaba bien, déjeme revisarla. Puede tomar asiento, señora Hamilton.
—Oh, te he dicho que me llames Regina, y no te preocupes, me gusta más estar aquĂ.
Asiento de manera distraĂda mientras reviso a la gata, que se encuentra más sana que nosotros dos. Me tomo el tiempo que se considera pertinente y me alejo de sus manos cariñosas que me tocan demasiado el brazo. TambiĂ©n me distancio verbalmente de las insinuaciones sobre tomar un cafĂ© o hacer algo más divertido.
—TodavĂa no lo entiendo, Dawson. La gente no se esperarĂa un veterinario tan joven y atractivo como tĂş, tan tentador.
No respondo y le sonrĂo a la gata, que con sus patas delanteras juega a intentar atrapar mis dedos. Definitivamente, está bastante sana. Cuando han transcurrido unos veinte minutos, concluyo:
—Canie se encuentra totalmente sana.
—Oh, tal vez solo tuvo un mal dĂa.
—De igual forma, señora Hamilton, si considera que algo no va bien y quiere otra opiniĂłn, puedo conseguir que la agenden con algĂşn otro doctor que tenga más experiencia y quizá podrĂa notar algo que no veo.
—Oh, no, cariño, no es necesario, confĂo mucho en tu criterio.
Bueno, mira, una de las pocas pacientes que confĂan en mĂ quiere comerme de una manera sexual que no me interesa. ¡QuĂ© suerte la mĂa!
Veo que ata con una correa a la gata, que se queja, y luego no soy lo suficientemente rápido como para apartar mi mano del roce de sus dedos.
—Déjame compensarte que te quitara tiempo.
—Oh, no se preocupe, señora Hamilton, es mi trabajo y voy bien con la hora. —Le sonrĂo, retirándole la mano—. La mejor manera de compensarme es que cuide de Canie.
Ella suspira de manera teatral y la acompaño a la puerta. Ignoro cómo mueve las caderas y la posición insinuante en la que se ubica en el mostrador al pagar.
—¿Por quĂ© no le echas un polvo? —pregunta a mi lado Oliver, un pasante en el área de administraciĂłn—. Culo firme muy bien operado, las tetas igual. Y mira esos labios carnosos, es una madurita deliciosa. Esas son más codiciosas en el sexo, deberĂas aventurarte.
—¿Qué haces aqu� —respondo, frunciéndole el ceño.
—QuerĂa venir a ver si caĂas o no por tu admiradora.
—Largo. —Lo sacudo con una mano y luego veo que la sala de espera está repleta, aunque mi lista está vacĂa porque ninguno de ellos quiere que atienda a sus mascotas.
Quisiera dedicarles una mirada rencorosa a todos ellos, pero me limito a hacer un asentimiento cordial antes de volver a mi consultorio y dejarme caer detrás del escritorio.
Vale, tengo veinte años, dentro de unos pocos meses veintiuno. Drake y yo Ă©ramos unos desesperados competitivos que se graduaron un año antes en la escuela y luego hice la carrera universitaria en poco más de tres años. Ya completĂ© todos los crĂ©ditos y ahora espero a que programen mi graduaciĂłn para tener mi tĂtulo universitario en la mano. Es cierto que soy joven, básicamente reciĂ©n salido de la universidad, pero soy bueno y para adquirir experiencia necesito trabajar, pero si no me dan oportunidad no habrá manera de que lo consiga.
En un dĂa movido, suelo atender a la señora Hamilton y a dos pacientes más. A veces no sĂ© quĂ© hacer con mi tiempo libre; veo toda la sala de espera llena y estar aquĂ sin hacer nada me frustra. AsĂ que casi siempre termino estudiando, leyendo investigaciones o nuevos artĂculos en internet, adquiriendo más conocimientos para cuando finalmente pueda hacer mi trabajo de forma plena.
Solo salgo de mi lectura cuando mi teléfono vibra dentro del bolsillo de mi camisa de uniforme azul quirúrgico y entonces descubro que, de hecho, tengo más que un par de mensajes. Primero abro el de Drake.
Copia mal hecha: Alaska es mala
Copia mal hecha: literal se sentĂł frente a mĂ en falda y se le vieron las bragas
Copia mal hecha: ya no aguanto esta abstinencia, me siento listo
Dawson: no estás listo, lo dijo tu médico
Dawson: aguanta, contrĂłlate
Dawson: Alaska es mala
Copia mal hecha: Lo eeessss!!! Pero la amo
SonrĂo. Por supuesto que la ama, solo hay que ver todo lo que pasaron esos dos para estar juntos. Toda una vida conociĂ©ndose, siempre esperando el momento correcto, y mira el resultado, son tan felices que hasta resulta molesto, y, aunque a veces discuten por tonterĂas, no dejan de estar locos el uno por el otro.
El otro mensaje es de Leah y es una foto de Australia. SonrĂo a medias antes de responderle.
Dawson: me apunto para ir a Australia en cualquier momento de mi vida
Leah: te daré un tour
Dawson: eso es una buena idea???
Casi de inmediato me arrepiento del mensaje, porque no pretendo poner esa pesadez entre nosotros. Que ya está, no funcionó y la vida sigue.
No me responde y maldigo. Lo último que deseo es hacerla sentir mal o ser uno de esos tipos rencorosos, porque ese no soy yo. Soy el ex o el amigo romántico supergenial que no puedes superar porque no te hice ninguna maldita cosa que te haga estar decepcionada de mà u odiarme, a menos que, claro, llores porque tuvimos un final. Y no te hablo desde la arrogancia; lo dicen mis relaciones, ligues, encuentros y rollos que he tenido a lo largo de los años.
Por Ăşltimo, selecciono otro mensaje que es de Martin, un amigo de la universidad. Considero que tenemos una amistad tĂłxica, pero no porque yo lo quiera asĂ.
Lo conocĂ en mi primer año porque compartĂamos una clase. Viendo lo tĂmido que era, me pareciĂł que serĂa genial hacerlo sentir a gusto, asĂ que ese fue el comienzo de nuestra amistad. Pese a que saliĂł de su caparazĂłn, conservĂł algunas inseguridades y tuve que fingir una sonrisa cuando hacĂa bromas del tipo «Soy el cerebro y tĂş la cara bonita» y recordarle siempre lo valioso que me parece. Es una amistad desgastante, pero quiero al idiota y la verdad es que me apena que se reste valor y no vea su potencial, pero aun asĂ las cosas entre nosotros no han sido iguales desde que tomĂł prestada mi cara.
SĂ, tomĂł mis fotos —que Drake asegura que podrĂan ser las suyas, por eso de que somos gemelos— y las colgĂł en una aplicaciĂłn de ligues con su nombre. AsĂ fue como conocĂ a Leah: ella pensĂł que estaba hablando conmigo y me abordĂł en la universidad, lo que me llevĂł a creer que era una lunática. Finalmente comprendĂ que el malentendido se debĂa a Martin, y poco despuĂ©s tenĂa el Facebook de Leah y conversábamos por esa plataforma. AhĂ es donde surgiĂł otro problema con Martin: me hizo prometerle que no harĂa nada romántico con Leah y, como el amigo de oro que soy, fui un estĂşpido y aceptĂ©, y al hacer eso me condenĂ©.
Me costĂł un montĂłn resistirme a Leah y ser leal a la promesa. Mi hermano mayor, Holden, no dejaba de repetirme que habĂa perdido mis bolas, hasta que me cansĂ© y no pude resistirme a la atracciĂłn que Leah y yo sentĂamos. Además, ella estaba molesta con mi postura de ser solo amigos porque no sabĂa nada de mi promesa a Martin. Cuando finalmente me rendĂ a mis emociones, mi querido amigo no lo supo en un principio, pero cuando se enterĂł se puso un poco loco.
JugĂł la carta de hacerme sentir mal y la verdad es que casi lo logra, pero yo estaba más preocupado por la reciente y preocupante salud de mi hermano y era como «SĂ, sĂ, vete al carajo». Ese fue un bache en nuestra amistad, pero semanas despuĂ©s lo superĂł, o eso me pareciĂł. Tengo la sensaciĂłn de que fue feliz cuando Leah y yo dejamos de intentarlo.
Drake y Holden dicen que soy un tonto por seguir con esta amistad, pero es que a mà me gusta dar otras oportunidades porque me entristece pensar que las personas no pueden cambiar, y más cuando se trata de amigos.
Mar+in: heeey! Perdido. Eres demasiado bueno que ya no sales con tu amigo?
Dawson: siempre he sido demasiado bueno, querido
Mar+in: JAJAJAJA te apuntas para salir más tarde?
Dawson: sorry pero hoy tengo peli en casa con la familia. Somos asĂ de raros y unidos
Mar+in: bueehh avĂsame cuando tengas tiempo para un amigo
—¡Jesús! Pero qué perra, no me harás sentir culpable —le digo a mi teléfono, pero no le respondo el mensaje.
Voy a bloquear el telĂ©fono cuando me doy cuenta de que Alaska me ha enviado un vĂdeo y pongo los ojos en blanco, pero termino riendo cuando me doy cuenta de que es un vĂdeo de un gatito que pone unas expresiones odiosas y expresivas.
Dawson: Vete a escribir tus novelas sucias
Digamos que desde que sĂ© que Alaska escribe novelas y que la mayorĂa de ellas contienen escenas +18, cada vez que puedo lo saco como comodĂn. Siendo sincero, estoy superorgulloso de ella. Antes se avergonzaba, pero ahora se siente más segura con ello pese a la terrible experiencia que viviĂł con un acosador que la descubriĂł en la aplicaciĂłn en la que le gusta escribir.
Aska: estoy esperando a que Drake me inspire
Dawson: eres mala
Antes de que pueda responderme y condenarme a mantener una conversación, bloqueo el teléfono y vuelvo a mi lectura en la computadora. Transcurre otro rato antes de que haya un toque en mi puerta y, cuando anuncio que pueden entrar, Susana, la guapa recepcionista con la que me gusta coquetear, aparece con una sonrisa.
—Buenas noticias, doc. —Me guiña un ojo—. Los dos veterinarios estrella están colapsados y hoy tenemos demasiados pacientes. El doctor Robinson me ha enviado a preguntar si puede pasarte a dos de sus pacientes.
Trato de no sonar demasiado emocionado cuando respondo de forma afirmativa, pero ella debe de notarlo, porque se rĂe y me dice lo encantador que estoy antes de alejarse y decirme que hará pasar al primero de los pacientes.
Se trata de un chihuahua escandaloso que no deja de ladrar, pero es adorable si ignoras que no se calla, y su dueño es agradable. Me encantan los dueños que son detallistas sobre los sĂntomas o cualquier comportamiento extraño que vean en sus mascotas y que me dejan hacer mi trabajo. Conseguimos hacerle un chequeo general, ponerle una vacuna y repasar la comida que le está dando porque está un tanto obeso; el perro, no el dueño.
Este hombre que Dios me ha enviado no me cuestiona mi trabajo. De hecho, parece sorprendido y, para cuando termino, el chihuahua se está muy manso sobre mĂ, y el dueño asegura que desde ahora probará a seguir tratando a su hijo perruno conmigo. Nos despedimos con un apretĂłn de manos y, una vez que cierra la puerta detrás de Ă©l, alzo la mano en un puño en una celebraciĂłn.
—Gracias, Dios mĂo, gracias. —Uno mis manos mirando hacia el techo y las sacudo.
TodavĂa estoy en ello cuando la puerta se abre. Aunque intento enderezarme con rapidez, seguro que me ha visto, y la risa a mi espalda me lo confirma.
—¡Vaya! Nunca habĂa visto a un veterinario tan feliz, y menos despuĂ©s de tratar a un chihuahua que se escuchaba cĂłmo ladraba como un loco desde fuera.
Me genera curiosidad el acento que emplea la voz femenina y, cuando me giro para hacer una presentación más profesional, me paralizo al encontrarme con la loca de ayer.
No puede ser, esto está pasando.
Alguna mierda en el destino nos está alineando o alguien alterĂł la lĂnea temporal y ahora ella está aquĂ.
Hay reconocimiento en su mirada y luego disgusto, pero también hay un miedo que no entiendo.
—Tú… Pervertido.
—¿Qué?
—No te acerques o gritaré.
—Pero… No te entiendo.
Alzo las manos en un intento de que relaje su postura defensiva, pero no funciona. No sé de qué me habla. Ayer estaba igual de desconcertado luego de que la salvara y me diera un puñetazo que, francamente, fue impresionante.
Centro mi atención en la pomerania que sostiene y que se retuerce en sus brazos. No sé qué sucede, pero si esta chica grita o le dice a alguien más que soy un pervertido, mi carrera, que apenas ha empezado, estará muerta.
—Mira, creo que hay una confusión —intento—. No sé quién eres…
—Claro que lo sabes, soy MDV.
—¿Que eres quién? —Parpadeo con confusión.
—SĂ, finge que no lo sabes cuando eres el maldito loco que se desbloquea solo y me envĂa fotos morbosas que no quiero ver.
—Siento que me estoy perdiendo una parte crucial de esta historia. ¿Por qué no me dejas atender a tu perra y lo conversamos?
—No pienso…
—Por favor, es importante para mĂ, podrĂan despedirme. —Odio tener que ablandarme para que tenga compasiĂłn, pero hay que tomar medidas drásticas—. Tiene que haber alguna explicaciĂłn, porque para ti soy un pervertido y para mĂ tĂş eres una autĂ©ntica lunática.
—Pero ÂżquĂ© dices? La vĂctima soy yo.
—Déjame atender a tu pomerania y aclaremos esto.
Por favor, que esta loca diga que sĂ, por favor.
Permanece en silencio observándome con desconfianza. Echa un vistazo a su alrededor y, unos segundos después, veo que sus hombros se relajan un poco.
—Bien, pero si haces algo estúpido y asqueroso gritaré. Tengo muy buenas cuerdas vocales.
—Trato, pero si me das otro puñetazo te clavaré una jeringa. —Se hace un silencio ante mis palabras.
¡Mierda! Eso ha sonado horrible.
—Era un chiste —aclaro.
—Que no fue nada gracioso.
Se acerca a mà con cautela y, cuando la distancia entre nosotros no es tan grande, básicamente me arroja a la perra, como si estuviese deseosa de deshacerse de ella.
—¿A quién tenemos aqu� —pregunto, acariciando el pelaje de la perra.
¡Joder! Huele de maravilla, y su pelaje tiene que ser el más suave y esponjoso que he tocado en mi vida. La alzo frente a mà para estudiarla y agradezco haberla salvado ayer, porque es una preciosura supercuidada y muy amigable que parece estar dedicándome una sonrisa perruna.
—Siempre he sabido que es una perra traidora, pero esto ya me parece un descaro —escucho decir a la loca.
Hay un toque en la puerta y, cuando autorizo que entren, Susana aparece con el expediente de la perra, que descubro que se llama Leona. Pienso que podrĂa darme problemas cuando la pongo sobre la camilla, pero permanece tranquila como una perra obediente.
—Buena chica, Leona.
—No es una buena chica —asegura la loca, que está a unos buenos pasos de distancia de mĂ— y no se pronuncia «Leona» como si fuese inglĂ©s. Es «Leona» —me corrige—, es un nombre español, no le quites su identidad.
—Me disculpo. —Me rĂo—. Hola, «Leona».
Casi parece que la loca va a reĂr, pero luego frunce el ceño y se cruza de brazos en una clara postura de «Me importáis una mierda tĂş y el mundo».
—Aquà dice que viene por un chequeo mensual y a que… ¿le corten el pelo?
—Ajá, para eso.
—Pero esto no es una peluquerĂa.
—Lo sé, pero el doctor Wilson siempre le cumple el capricho a mi mamá, esa perra consigue buenos tratos. Espero que seas bueno con las tijeras.
Asà que esta es una de esas perras que los dueños tienen con lujos y tratamientos absurdos… Espera, tiene sentido; después de todo, ayer estaban en ese absurdo gimnasio para mascotas.
Paseo la vista de Leona a la loca. No parecen muy cercanas y, basándome en sus palabras, pertenece a su madre. Por los cuidados de esta perra y viendo lo constantes que son sus visitas, me doy cuenta rápidamente de que su mamá es clienta vip y preferencial, lo que quiere decir que si su mamá quiere que le pinte las garritas, debo hacerlo o me despedirán.
Me tocĂł una mimada.
SĂ© cortarles el pelo a los perros, y a otros animales tambiĂ©n. TrabajĂ© en una peluquerĂa canina mientras estudiaba para familiarizarme y para ganar un dinero propio, y he hecho trabajo de voluntariado en muchos refugios de animales, pero no esperaba que eso fuese algo que harĂa en mi trabajo hoy.
—Sé cortarle el pelo —termino por decir, derrotado.
—Me alegro por ti, porque no querrĂas a Miranda Sousa como enemiga.
—Comencemos primero por su chequeo.
El silencio es horriblemente incĂłmodo mientras evalĂşo a Leona, que es una perrita superdulce y juguetona que me tiene sonriendo.
—¿Eres domador de bestias o algo? Tal vez haces exorcismo, porque esa perra viene del infierno y contigo está muy mansa —me dice la loca.
—Los perros son muy perceptivos a lo que transmitimos. Ella sabe que no le haré daño y estoy siendo amigable.
—No le hago daño a Leona. —Frunce el ceño cuando me vuelvo para verla—. Es una falta de respeto que no confĂe en mĂ, llevamos más de dos años y medio siendo hermanas.
Me muerdo el labio inferior para no reĂr de su indignaciĂłn y sigo con lo mĂo.
—¿Cómo está el hámster?
—Perry está superbiĂ©n. El pelo se le habĂa esponjado, pero fuera de eso está muy bien. —Hace una pausa—. Eh… Gracias por salvarnos.
—No hay de qué.
De nuevo el silencio se vuelve pesado e incómodo, tanto que casi me hace sudar. Por fortuna, todo está bien con Leona y luego me encuentro ordenando todo para cortarle el pelo.
—Solo un dedo. Corta un poco más y mamá te matará.
—Entendido.
—En serio, solo es un poquito para que no le estorbe en el rostro ni se le hagan nudos.
—Vale, lo entiendo.
Parece genuinamente nerviosa de que desfigure a la perra. Suerte que tengo buen pulso y sĂ© lo que hago, que si no sus dudas me pondrĂan nervioso y harĂa un desastre.
—¿Cómo lo haces para desbloquearte cada vez que te bloqueo? —Estoy a nada de empezar a cortar cuando oigo su pregunta.
—¿Bloquear en qué?
—Ya sabes, te bloqueo siempre que te pones pervertido. —Se mordisquea el labio inferior, de color rosa rojizo y carnoso—. Me decepcionaste.
—Pero ¿qué hice? No voy por la vida decepcionando a las personas.
—PensĂ© que habĂa encontrado a un amigo y, en lugar de ello, conseguĂ a un pervertido que no esperĂł demasiado para volverse asqueroso.
La veo meterse un mechón corto de su cabello negro detrás de la oreja. Hay que admitir que la loca es muy pero muy bonita, con esos ojos gatunos marrones delineados, una nariz recta, los labios carnosos y las cejas arqueadas. Es bastante bonita, pero no me quiero fijar demasiado porque la verdad es que tengo una debilidad por las locas, mi expediente lo dice.
—Si te soy sincero, estoy muy perdido.
—¿CĂłmo te pierdes? Está todo clarĂsimo, me enviaste mĂşltiples fotos de tu fea polla.
Me paralizo y estoy seguro de que mis ojos se abren con horror. Casi estoy esperando que todos entren en el consultorio alegando haber escuchado tal declaraciĂłn y me echen a la calle.
—NegarĂ© dos cosas de tu acusaciĂłn. —Estoy ofendidĂsimo—. Mi polla no es nada fea, y no te enviĂ© fotos de ella. ¡Definitivamente no lo hice!
—Pues ¿cómo qué no? Si justo enviaste otra ayer.
—Mira, tengo un gemelo, pero estoy segurĂsimo de que Ă©l tampoco hizo tal cosa. Antes se lanzarĂa a un volcán que ponerle los cuernos a su novia.
—Entonces está clarĂsimo que has sido tĂş.
—Pero te estoy diciendo que no. ¿Dónde están las pruebas?
—¡Tengo pruebas!
—¡A verlas! —digo, exasperado, y Leona ladra al notar el cambio en el ambiente. Le acaricio el lomo para calmarla.
La loca teclea de manera furiosa en su telĂ©fono supermoderno y luego casi me pone el telĂ©fono en la cara cuando en efecto me muestra un pene… que no es mĂo.
—Esa cosa no es mĂa. —Ahora estoy más ofendido—. Cuido bien de la mĂa. Ese no soy yo.
—¿Cómo que no? Pero si me lo has enviado.
—Nunca en mi vida he hablado contigo.
Parpadea desconcertada y angustiada porque creo que ahora sà se plantea la posibilidad de que no le esté mintiendo.
—Pero, pero… Eres tú y… —Teclea algo en su teléfono y me lo vuelve a mostrar—. ¿Ves? Eres tú.
En efecto, ese soy yo. Es una foto de mi cumpleaños, es decir, de febrero, y estoy en el jardĂn de casa sonriendo mientras alzo una botella de cerveza, pese a que no me gusta del todo. Sin preguntarle, salgo de la foto y encuentro que hay dos más: una de Navidad y otra que mi hermana Hayley tomĂł hace tal vez un par de meses. Frunzo el ceño y voy a la informaciĂłn sobre mĂ. Definitivamente, ese no soy yo, porque nunca escribirĂa que soy tĂmido ni que busco amigos. Me desplazo hacia arriba hacia el nombre del usuario y de verdad gruño.
Ese malnacido hijo de su bella madre.
—¿Qué pasa?
—Cariño —digo con cautela, porque no quiero que se sienta mal ahora que sĂ© quĂ© sucede—, esas son mis fotos, que las puedes encontrar en mi Instagram, pero esa biografĂa no la escribĂ yo. Tampoco soy Martin002. SĂ© quiĂ©n es porque es mi amigo, que me ha robado las fotos y se está haciendo pasar por mĂ.
La miro fijamente a los ojos con el impresionante delineado, y ella parpadea tres veces mientras sus labios se abren y el horror comienza a dibujarse en su rostro. Luego se sonroja y sacude la cabeza en negaciĂłn.
Es una reacción superdramática que me hace sentir como si estuviera en una telenovela extranjera.
—Yo… Yo… Mátame, no puede ser. —La última frase la dice en español, por lo que no la entiendo—. Esto es escalofriante.
—Es muy molesto.
Porque de nuevo lo ha hecho y esta vez lo ha llevado tan lejos como para enviar fotos de su pene alegando ser yo.
—¿Por qué tienes un amigo as�
—TenĂa —corrijo—, porque esto es una ruptura.
Sus manos van a su cabello corto y se muerde el labio inferior, todavĂa sonrojada.
—Y yo te dije todas esas cosas… Yo que no hablo en pĂşblico y… Yo no soy asĂ… Lo siento, es que… ¡Ay, Virgencita! —Deja de mirarme a los ojos para dirigir la mirada hacia mi pecho—. Lo siento… No sĂ© quĂ© decir, quiero irme corriendo.
Es una situaciĂłn muy bochornosa. Aunque vivĂ con Leah algo similar, no fue como esto. Maldito Martin.
—No es tu culpa. De hecho, hiciste bien en reaccionar de esa manera, pensaste que te estaba acosando sexualmente y con justa razón.
—Lo… Lo pensaba. EnvĂa fotos todo el tiempo, incluso si lo bloqueo y… Lo siento, de verdad…
Su bravuconerĂa ha quedado olvidada y ahora está esta persona que no me mira a los ojos y que tiene las orejas rojas de la vergĂĽenza.
—Soy Dawson. —Extiendo la mano hacia ella.
La observa no muy segura y me saco del bolsillo el telĂ©fono para que vea en mi cuenta de Instagram que ese es mi nombre. Luego, cuando me guardo el telĂ©fono, me la estrecha con una mano más pequeña que la mĂa, pero un poco rasposa en los dedos.
—No soy Martin, soy Dawson Harris. ¿Quién eres tú?
—Soy Mérida —dice con suavidad.
—¿Como la princesa de Disney?
Alcanzo a ver que pone los ojos en blanco e incluso se molesta. Puede que sea tĂmida, pero está claro que se le olvida al enfadarse.
—No. Es Mérida como el estado de Venezuela.
—Oh. ¡Vaya! Respuesta inesperada.
Nos sacudimos las manos hasta que ella alza la vista para encontrarse con la mĂa. Ya no luce tan avergonzada, pero sin duda sigue sonrojada.
—Pues muy bien, Mérida como el estado de Venezuela, necesito un favor, y es que me ayudes a darle una lección a Martin002.
Su semblante cambia de inmediato y la verdad es que me da un poquito de miedo, porque se la ve muy malvada.
—Cuenta conmigo…, Dawson.
1
Conoce a tu salvador
Mérida
Noviembre de 2016
Me duele la mano.
¡Mierda! De verdad que me duele la mano.
Dejo caer la pluma para las lĂneas finas mientras abro y cierro los dedos adoloridos, que me dicen: «Por favor, ya», pero sonrĂo porque ha valido la pena: pese a que me faltan muchos detalles para que sea cercano a la perfecciĂłn, el resultado ya puede irse vislumbrando.
AhĂ, en papel Bristol, me saludan dos apuestos caballeros. El primero se encuentra acostado en una cama con las manos atadas en el cabecero, los labios entreabiertos y los ojos a medio cerrar mientras ve la manera en que mi caballero nĂşmero dos descansa a horcajadas sobre sus muslos, desnudo y sosteniendo ambas erecciones. ¡Alerta de romance chico con chico!
Mira, no sĂ© por quĂ© se me da tan bien dibujar los miembros masculinos, incluso tengo variedades. No es que haya visto demasiados en mi vida (en persona), pero te digo que es un talento. En este dibujo me he pasado y todo se ve real, porque he preferido darles visibilidad a hacerles uno de esos hongos luminosos que te insinĂşan que su pene está ahĂ, pero que no te lo muestra.
En este dibujo, mi pasivo, el chico atado al cabecero, es un poco más voluminoso en cuerpo que mi activo, que es más delgado, pero sin duda más alto. Ambos son irremediablemente atractivos y tienen cuerpos esbeltos y trabajados. Cuando haga los diálogos, planeo que el activo diga algo muy del tipo de «¿Te encanta que te toque asĂ?», a lo que mi amigo atado a la cama responderĂa un «Oooh». Lo sĂ©, no son palabras muy creativas, pero no soy buena con los diálogos.
Quiero hacer los diálogos y darles color a travĂ©s de la tableta gráfica, pero un rápido vistazo al aparato me recuerda que, de hecho, deberĂa estar haciendo mi tarea para la clase de mañana. Es solo que estaba estresada y necesitaba esto para calmarme, la libertad de dibujar algo que me divierte y que, con sinceridad, me encanta.
No siempre he sido la clase de chica que dibuja suciedades. Primero empecĂ© con dibujos inocentes, despuĂ©s un poco de romance suave, luego besos con lengua, entonces el hongo luminoso por pene y finalmente evolucionĂ© hasta llegar a esto, que no sĂ© si se sale del +18 y se acerca más al +21. Y sĂ, puede que sea sucio, pero es arte, Âżde acuerdo? Les pongo mucho empeño a estos dibujos y sĂ© que son buenos, solo que no son convencionales, pero me encanta hacerlos, y eso no significa que sea una pervertida, Âżcierto?
Y, de hecho, me gusta lo que estoy estudiando, porque se relaciona con ello: animación digital. Me encanta lo que estudio, pero a veces la carga estudiantil hace que la presión te absorba y que nada sea divertido cuando se trata de crear por deber y obligación. Aunque, bueno, sueno demasiado fatalista para alguien que apenas lleva cuatro meses de su primer año universitario en una carrera que le tomará tres años o quizá algo más.
—¡Mérida!
Me enderezo de inmediato ante el rugido de Miranda Sousa, alias mi mamá. Rápidamente tomo el dibujo, me agacho debajo de mi cama y saco la enorme caja donde se encuentran todos mis dibujos de intento de novelas gráficas de romance o eróticas sin acabar.
—Boo, ÂżquĂ© haces ahĂ? —pregunto a la ingrata de mi gata, que me araña la mano mientras me sisea—. Ven aquĂ, cosa demoniaca.
—¡Mérida!
—¡Ya voy, mami! —grito en español, porque a veces preferimos hablar en este idioma mientras estamos nosotras dos solas en lugar de hablar en inglés.
De nuevo intento agarrar a la gata ingrata y finalmente la tomo de la cola —no sĂ© si se considera maltrato animal— y la arrastro hasta mĂ. Cuando la acuno contra mi pecho, engancha sus pequeñas garras y sisea como un demonio a punto de cometer un genocidio, pero necesito alejarla de mi cofre secreto porque no quiero que mamá la encuentre ahĂ o que lo arruine.
—Te aguantas, Boo, no seas una pesada —la regaño, intentando acariciar su pelaje gris.
La condenada es una British Shorthair preciosa, pero me odia.
—¡Mérida del Valle! —Esta vez el grito es fuerte y, ¡uy!, ¿me llama por el segundo nombre? Suficiente advertencia.
Reviso que haya guardado la evidencia incriminatoria de mi secreto, salgo de la habitación y empiezo a bajar las escaleras para encontrarme con mamá, quien tiene en una mano una taza de café y en la otra su teléfono.
Como siempre, parece que arrastro los pies, por lo que mamá no tarda en oĂr mis pisadas pesadas y me dedica esa mirada con la que siento que debo enderezar la espalda y mostrarme un poco mejor —no es que me lo exija, y tal vez no se da cuenta de que lo hace, pero para mĂ siempre ha sido asĂ—.
Al terminar de bajar las escaleras, dejo en el suelo a Boo, que ronronea alrededor de las piernas de mamá, pero ella en este momento solo tiene los ojos puestos en mĂ. En mi camisa holgada, los leggins negros y los calcetines amarillos. Luego pasa a las puntas de mi cabello negro, sube a la altura de mi cuello, se detiene en el flequillo, que sujeto con un clip para que no me estorbe mientras dibujo, y finaliza en las bolsas de debajo de los ojos porque hace unas horas he estado llorando… Sin alguna razĂłn que le parezca válida, simplemente tuve un bajĂłn y me sentĂ mal conmigo misma, me sucede a veces.
Tres, dos, uno… Ahà está: suspira.
—Estaba ocupada haciendo una tarea para mi clase de mañana —digo antes de que ella pueda hablar—. ¿Te vas al trabajo?
Es una pregunta estúpida, porque ella siempre está en el trabajo. No es algo de lo que hablemos o que juzgue abiertamente. Es una estupenda neurocirujana con otras tantas especializaciones médicas que no logro memorizar y siempre está salvando vidas y tiene que estar disponible por si la necesitan. Es como vivir sola o tener a una quisquillosa compañera de piso, por esa razón no me fui a vivir a una residencia ni me preocupé demasiado por ser una universitaria viviendo con su mamá.
Es curioso cĂłmo pueden mirarte con mala cara por vivir con tus padres cuando eres legalmente adulto, porque en paĂses como Venezuela tener tal independencia a los dieciocho años es casi imposible. Tal vez podrĂa hacerlo un cuatro por ciento de la gente y con ayuda de sus padres. Pero aquĂ, en Londres, cada vez que digo a algĂşn compañero universitario o a alguna cita que vivo con mi madre, hacen expresiones de desconcierto o burlas que me hacen sentir incĂłmoda.
No soy una niña de mamá, Dios sabe que veo más su foto que su persona de carne y hueso, y no veo ningĂşn inconveniente en vivir con ella, puesto que escogĂ Londres como destino universitario porque mi madre fue trasladada aquĂ. Pasamos de tres años en Mánchester al opaco Londres, y antes de eso ella viviĂł en Escocia.
Somos nacidas en Venezuela, afortunadamente en una familia privilegiada que incluso en los momentos de crisis no vivió de primera mano la miseria, pero sà que la vi en las calles, en compañeros de clase o allegados. Mamá siempre fue una ambiciosa mujer superinteligente que mencionaban en los periódicos o en programas informativos de la televisión.
—¡Mérida!
La voz de mamá me saca de nuevo de mis pensamientos y una vez más me encuentro enderezando la espalda, lo que hace que me mire con desconcierto.
—Te preguntaba por qué no llevaste a Leona al veterinario.
—Ah, eso.
—SĂ, eso —dice con firmeza, y yo me rasco la barbilla.
No quiero decirle que olvidé llevar a su perrita diminuta al veterinario, que es muy caro, pero no tengo ninguna excusa, y su silencio dice demasiado de lo que le parece mi descuido con Leona.
A mĂ solo me quiere mi hámster, pero la gata ingrata y la perra poseĂda me repelen.
—Programé otra cita para mañana. Por favor, no olvides cepillarle el pelo hoy, no quiero que tenga nudos.
—SĂ, señora.
—¿Tienes clases hoy?
—No, los martes los tengo libres, mami —le recuerdo por centésima vez.
—¿Segura que quieres seguir estudiando eso? Siempre podemos moverte a…
—Segura —la interrumpo.
De nuevo suspira antes de darme el mĂnimo indicio de una sonrisa y acercarse a plantarme un beso en la mejilla. Se ve mucho más alta de lo que es con esos tacones fenomenales. Mi madre es tan bella que estoy segura de que todos sus colegas babean por ella.
ÂżSabes cuando le dices a alguien que eres de Venezuela y de inmediato te dice: «El paĂs de las misses»? Bueno, mi mamá es ese ejemplo: cabello negro largo hasta la espalda, alta, delgada pero con curvas destacables, piel trigueña, ojos color avellana y una nariz de rinoplastia perfecta. A sus cincuenta y cinco años, parece bastante más joven.
Desde que tengo uso de razĂłn, ella ha llamado la atenciĂłn, y no solo por su belleza. En Venezuela decĂas «la doctora Miranda Sousa» y todos asentĂan con veneraciĂłn, pero incluso mamá puede ser tonta, y el resultado de su tonterĂa soy yo. Tengo la certeza de que me concibieron en un congreso mĂ©dico y tambiĂ©n la teorĂa de que era un tipo casado y que por eso ella nunca se comunicĂł con Ă©l. Mis abuelos, un poco orgullosos y en realidad bastante juzgones, pusieron el grito en el cielo, pero mamá era una profesional exitosa y, cuando vieron mi dulce rostro, no se resistieron a amarme. AsĂ que crecĂ en una familia privilegiada, altiva y un poco clasista con abuelos maternos y una mamá triunfadora que a veces olvidaba que yo era una niña y no una máquina de aprendizaje. Luego cumplĂ los nueve años y mamá se fue a Escocia por trabajo, y en una totalidad de tres años solo la vi diez veces (las contĂ©) mientras vivĂa con unos abuelos que aĂşn añoraban un paĂs que no existĂa y que lo criticaban todo.
—¿Quién es mi papá? —pregunto, cuando salgo de mis pensamientos.
Soy la reina de las preguntas inesperadas y que no tienen nada que ver con la conversaciĂłn. Años conviviendo a medias conmigo y ella todavĂa no lo aprende.
—¿De dónde sale eso?
—¿Es Charles David? —pregunto. Es el nombre de un doctor conocido y casado que encontré en internet.
—Deja de hacer eso —me dice antes de teclear algo en su teléfono y girarse—. Estaré fuera dos noches, pórtate bien y cuida a Boo y Leona, y no olvides llevarla al veterinario. Tampoco olvides la cita de hoy de Leona en el gym. Jane vendrá mañana a reincorporarse con el cuidado de la casa. Y no comas comida rápida, sé saludable y tómate tus vitaminas. No te encierres en la habitación y haz amigos… Amigos aptos.
—Amigos aptos. ¿Qué significa eso? ¿Qué eres, alguna especie de partidaria del régimen autoritario que quiere que consiga amigos arios?
—¡Mérida! —Me dedica una larga mirada antes de tomar su bolso de marca, salir y subirse a uno de los autos.
Suspiro al escuchar los ladridos desesperantes de Leona, porque, por supuesto, la pomerania de mi mamá espera a que ella se vaya para ser una perra malvada conmigo. AsĂ que tengo que pasar mi dĂa libre viviendo por y para Leona.
Nunca pensĂ© que existiera tal cosa como las clases de nataciĂłn para perros, pero ahĂ se encuentra Leona con un profesor de nataciĂłn que la alienta a no tener miedo y le enseña tĂ©cnicas en una piscina de tamaño olĂmpico. Mamá malcrĂa a su perra y a su gata más de lo que me ha malcriado a mĂ.
Ir desde el centro de Londres hasta Sutton me genera fastidio, porque conlleva conducir y lidiar con el tráfico, y el clima es bastante frĂo. Bueno, a mĂ, que aĂşn extraño mi clima tropical del Caribe, siempre me parecerá frĂo. Al menos estoy en uno de los municipios que se supone que son más seguros de Londres, pero me fastidia ir hasta las afueras de la ciudad.
Acuno contra mi pecho a Perry el Hámster mientras observo todo el despliegue de ridiculez que se desarrolla frente a mĂ en las clases para Leona. Ella ladra y ladra, pero te prometo que lo hace de manera pretenciosa, como si dijera: «¡Ja! Siempre serĂ© costosa». Me gusta la perspectiva de adoptar y trato de no ser demasiado dura o juzgona con quien compra un animal, porque tendrá sus razones y adoctrinar u obligar a alguien no es ideal, pero mi mamá simplemente pagĂł demasiado por Leona. Siento que incluso le cobraron el triple de lo que una cachorra de su raza podrĂa costar, y todos los mimos, las clases, las consultas, el spa y la ropa conllevan muchos gastos. A veces me hace calcular si llegará a la mitad de lo que cuesta mi matrĂcula anual en la universidad.
Vale, puede que estĂ© celosa de la perra e incluso de la gata, pero es que Âżen serio? Lo ha llevado a otro nivel. Además, como ella casi nunca está, el cuidado recae en Jane, sus miles de entrenadores y, sobre todo, en mĂ, pese a que me detestan.
—Por eso te amo y tú me amas, Perry, somos humildes —digo acariciándole la parte superior de la cabeza a mi hámster.
Mamá dice que es una rata con pelos, y estoy segura de que tiene razón, pero es mi rata y es adorable, la amo. Es una cosita linda que estará conmigo siempre.
Me remuevo en el asiento esperando que falte poco para que la clase termine. Afortunadamente, parece que estoy de suerte, porque pocos minutos después el entrenador y Leona salen del agua y, para mi horror, él se acerca a mà para decirme el progreso de Leona y cómo debo masajearle las patas.
Cuando intenta entregarme a Leona, le hago saber que debo meter a Perry en su jaula de juegos para poder hacerme cargo de la perra, y Leona ladra en desacuerdo y sacude su cola. Creo que el entrenador de natación para perros me está juzgando con su mirada, pero lo ignoro mientras tomo mi teléfono, que anuncia que tengo una serie de mensajes.
Son de la aplicaciĂłn del campus y, de nuevo, se trata de Martin002.
Lo he bloqueado cuatro veces y de alguna manera consigue volver a mi chat, lo que no entiendo. Siempre vuelve con unas disculpas que me intento creer y, cuando menos lo espero, obtengo alguna foto nueva de su pene que me hace bloquearlo una vez más.
Comienza a parecerme espeluznante y me pregunto seriamente si deberĂa hablar con la policĂa o humillarme frente a mi mamá y confesarle que recurrĂ a esto para hacer amigos. Casi puedo ver su mirada de decepciĂłn. Para mi fortuna, en la aplicaciĂłn sĂ encontrĂ© a una chica con la que conversar e incluso a otro chico. Se llaman Sophia y Marcus, y me he reunido con ellos un par de veces en las que nos hemos divertido y no ha habido silencios incĂłmodos. No es que seamos mejores amigos, pero nos estamos conociendo.
Martin002 ayer reapareció en mi chat y está en su momento de tranquilidad, y justo ahora me pregunta qué hago mientras el entrenador desiste de mi atención, se larga y me deja sola.
Estoy debatiéndome entre no responderle e intentar bloquearlo de nuevo cuando Martin vuelve al ataque, esta vez con una foto de su mano envolviéndole el miembro erecto.
Varias cosas suceden en ese momento: maldigo frustrada, Leona ladra y se oye el ruido de un chapuzĂłn.
De inmediato me vuelvo y veo a Leona en el agua ladrando histĂ©rica. ¡¿DĂłnde coño han quedado sus clases de nataciĂłn?! Dejo el telĂ©fono en la mesa y sin pensarlo me lanzo a la piscina olĂmpica, solo para darme cuenta demasiado tarde de que me he tirado con Perry el Hámster.
¡No! ¡Mi bebé no!
—¡Perry! —grito, sosteniéndolo alto en mi mano y rogando que no haya muerto ni por el impacto ni por tragar mucha agua.
Leona sigue ladrando histĂ©rica. Como puedo, sosteniendo a Perry en la mano en el aire y nadando hacia la perra que me desprecia, consigo auxiliarla. La astuta sabe que soy su salvaciĂłn, porque se vuelve mansa en mi abrazo, pero ¡mierda! No puedo nadar asĂ, y me da un calambre en la pierna.
Nos vamos a ahogar y me asusta que mamá vaya a llorar más a la perra que a mà o que me entierren lejos de Perry.
Lucho por mantenerme flotando pese al calambre, pero Leona debe de notar que no soy su salvaciĂłn, porque de nuevo comienza a ladrar y se mueve de manera endemoniada. Vamos a morir por su culpa.
—Oh, Dios. Oh, Dios. ¡Ayuda!
Comienzo a tragar agua mientras mantengo la mano arriba y trato de sujetar con el otro brazo a Leona por encima del nivel del agua. Me estoy sacrificando por ellos.
Se oye un chapoteo en el agua, y una figura borrosa aparece frente a mĂ.
—¡La perra y el hámster! ¡Sálvalos! —grito, histérica.
Para mi fortuna o consternaciĂłn, la persona obedece y, mientras se llevan a ambos animales, el calambre se extiende y hace que me resulte imposible nadar en esta piscina olĂmpica y que mi cuerpo comience a sumergirse.
Mientras el agua me entra por la nariz y mantengo los ojos abiertos presa del pánico, me hundo y no dejo de pensar en que no quiero morir ahogada ni que la Ăşltima imagen en mi cabeza sea el pene de Martin. Me muevo con desesperaciĂłn, aunque sĂ© que eso solo me quitará energĂa, pero me aterra la idea de morir.
No quiero morirme.
Pero la salvaciĂłn viene en forma borrosa de un hombre que atrapa mi cuerpo y luego nada hacia la superficie. Toso mientras me lleva al borde de la piscina y, cuando me sube al suelo, vomito agua junto con mi almuerzo.
Mojada, temblando, encorvada, tosiendo y con arcadas, asĂ me encuentro mientras asimilo que no he estirado la pata y que estoy completamente viva.
Leona ladra de manera histĂ©rica hasta que su inĂştil entrenador la envuelve en una toalla y la acuna contra Ă©l mientras yo tiemblo del frĂo.
—¡Perry! ¿Dónde está Perry el Hámster? —digo, yo también histérica.
—AquĂ, está aquĂ, recibiendo calor —me responde una voz masculina.
Esta persona, que, por la manera en que gotea, me parece que es quien nos ha salvado, tiene en las manos una especie de nido de toallas que le proporcionan calor a Perry, quien por suerte ha sobrevivido. Casi lloro de alivio cuando lo tomo envuelto en las toallas con manos temblorosas.
—Lo siento, Perry, perdóname. Ha sido culpa de Leona —susurro.
La persona frente a mĂ se pone de pie y poco despuĂ©s hay una toalla cubriĂ©ndome desde la espalda. Murmuro un «gracias» cuando me ayuda a levantarme preguntándome si me encuentro bien. Asiento distraĂda y entonces me giro para ver a mi salvador.
Por un momento me cuesta ubicarme al ver que el cabello mojado cae sobre la frente de un rostro atractivo e increĂble. Una camisa blanca mojada se pega a un torso terso, firme y delgado pero en forma, y el pantalĂłn de algodĂłn no deja de gotear.
Es increĂble de ver.
¡Y es el jodido Martin!
—Oh, Dios mĂo. —Doy un paso hacia atrás horrorizada—. ¡Estás persiguiĂ©ndome! Me acechas.
—¿Perdón? No sé de qué me hablas. —Se pasa una mano por el cabello húmedo para retirarlo de su frente.
—¡AlĂ©jate de mĂ, maldito enfermo! Deja de acosarme y enviarme fotos de tu asquerosa polla.
—Mira, no te entiendo. ¿Te has golpeado la cabeza? —Parece genuinamente preocupado cuando intenta acercarse y yo grito.
—Sucio pervertido acosador. ¡Déjame en paz! Me estás asustando.
—¿Estás bien? —Intenta de nuevo dar dos pasos hacia mĂ.
Meto en la jaula a Perry, aún envuelto en las toallas y presa de la histeria y el terror porque Martin me está acechando mientras me acosa con sus fotos, alzo la mano en un puño y le golpeo en el estómago, lo que hace que el aire escape de su cuerpo.
El entrenador de perros grita mi nombre y pregunta si estoy loca, y yo recojo a Leona en mis brazos, tomo la jaula de Perry y huyo. Soy un cohete veloz inducido por el miedo y el deseo de alejarme de ese perverso ser que me ha estado hostigando con fotos no deseadas y que quién sabe cómo regresa a mi chat bloqueo tras bloqueo.
No sé muy bien cómo llego al auto, pero sà sé que golpeo un contenedor de basura, que cae al suelo —perdóname, medioambiente—, y luego salgo del lugar con la adrenalina a tope y sin creerme que acabo de estar frente a frente con Martin.
Peor aĂşn: que casi me muero y mi salvador ha sido ese sucio e inmundo ser humano.
PrĂłlogo
Mérida
Septiembre de 2016
Miro con fijeza la pantalla de mi teléfono; tengo mis dudas, pero también me siento aventurera.
—¿Cómo funciona esto? ¿Es como Tinder? —le pregunto a mi amiga Sarah.
Su respuesta es reĂrse y dejar de lamer el helado obscenamente antes de deslizarse a mi lado. Siempre me pregunto cĂłmo consigue oler tan bien, pero nunca me dice quĂ© perfume usa.
Seis meses es el tiempo que hace que conozco a Sarah, dos del curso de inducción y cuatro del comienzo del año universitario. Es bajita, muy bajita, por debajo del metro y medio, con la piel morena bastante oscura y el cabello negro encrespado. No entiendo muy bien cómo la espalda no le duele con el peso de tanto pecho, en serio, es demasiado baja para esas tetas, pero me da tranquilidad porque me asegura que no le supone un problema de salud.
—No, este es para conocer a más personas del campus, no es sexual. —Hace una pausa—. A menos que quieras algo sexual, y ahà sà te descargamos Tinder.
—No, no, hace poco que salà de una relación.
—Mérida, eso fue hace meses.
—Pero aún hablamos.
—Porque te da pena dejar de responder a sus manipuladores mensajes.
—Francisco es complicado —digo, tirando de uno de los hilos de la abertura en la rodilla de mis tejanos—. TodavĂa está procesando nuestra ruptura.
Odio que la costumbre, aun meses después de haber roto, me haga salir en su defensa, sobre todo porque fue una mierda de novio hacia el final de nuestra relación o quizá también en los meses anteriores.
—Han pasado meses —me recuerda, y me encojo de hombros—. En fin, volviendo a los temas que nos importan, en esta aplicaciĂłn nada debe ser sexual, está en las reglas y se entiende que no entras aquĂ para ello. Salvo que las dos partes estĂ©n interesadas, y entonces sĂ podrĂa suceder.
Asiento. Me parece bien, no quiero recibir fotopollas. Mi Ăşnico deseo es hacer amigos porque estoy cansada de acaparar a Sarah. Soy supersociable en mi mente y cuando entro en confianza, pero en grupo me cuesta relacionarme por mi timidez, a menos que haya casos excepcionales en que me sienta muy a gusto con el grupo o los temas que se discuten.
Esta aplicaciĂłn para alumnos del campus es mi recurso de emergencia. ¡Quiero amigos! AsĂ que termino de colgar una foto mĂa en el perfil y listo, cuenta creada.
Sarah y yo mantenemos la vista en el teléfono unos largos segundos hasta que las notificaciones comienzan a llegar.
—¡Lo sabĂa! SabĂa que serĂas popular, es que mira lo bonita que eres.
—Me gusta creer que son las cualidades que describo las que me hacen interesante.
—Clarooo —dice, alargando la última vocal—. Vamos a ver quién te ha pinchado, asà vamos descartando.
—Decir que me han pinchado suena tan sucio…
Todo lo que hace es reĂrse mientras me quita el telĂ©fono, y vemos a los hombres y las mujeres que me han escrito para hacer amistad. Bueno, la verdad es que solo me ha pinchado una mujer, el resto son seis hombres.
—Asà que yo decido si devolverle el toque para iniciar una conversación, ¿no? —confirmo—. ¿Cómo sé quién será mi próximo mejor amigo?
—Sigue a tu corazón —se burla, lo que me hace poner los ojos en blanco—. En fin, debo irme, tengo clase y ya voy con retraso.
Me despido de ella distraĂdamente mientras me paseo por los perfiles. Algunos suenan irreales o exagerados y otros me dan miedo, pero uno de ellos no tiene mala pinta: veinte años, estudiante de Informática en busca de hacer amigos, ya que es tĂmido. Hago clic en su foto y abro un poco la boca, porque es muy atractivo.
Rostro con facciones estúpidamente perfectas, un ojo color avellana y el otro de un cálido verde, labios un poco delgados y de un rosa natural envidiable, todo ello acompañado de un cabello castaño peinado de una manera despreocupada que da el aspecto de despeinado.
Una parte de mĂ dice que es peligroso hacerse amiga de alguien asĂ de guapo, porque he escuchado un montĂłn de historias sobre enamorarse de mejores amigos. ¡Virgencita! Eso serĂa muy desafortunado para mĂ.
Mi pulgar se mantiene suspendido, dudando entre aceptar o no, y luego me digo: «¿Por qué no?». Asà que lo acepto y, mientras repaso los apuntes de mi próxima clase, un zumbido en el teléfono me alerta de que mi posible nuevo mejor amigo acaba de escribirme.
Es vergonzoso admitir que me emociono.
Martin002: Hey Que tal MDV
Martin002: De qué son tus siglas??
MDV: mi nombre
MDV: Ocupas el 002 porque el 001 ya estaba usado?
Luego de hacer clic en enviar me arrepiento y me pregunto si eso no ha sido demasiado agresivo, pero por fortuna responde casi de inmediato.
Martin002: me atrapaste :p
Martin002: entonces… Puedo saber tu nombre?
MDV: Que tal si lo adivinas?
—Espera. ¡Eso suena a coqueteo! No quiero coquetear —me reprendo, y escribo otro mensaje.
MDV: la verdad es que preferirĂa decĂrtelo luego
Martin002: está bien, será divertido tener a una amiga misteriosa
SonrĂo y siento que podremos ser amigos, asĂ que le respondo.
MDV: creo que esto será interesante.
Creo que tengo un amigo.
Espera, eso suena patético. La cosa es que tengo un amigo.
Martin y yo llevamos tres semanas hablando y la verdad es que me ha parecido superdivertido, un poco tonto y entrañable, pero muy agradable. Le gusta leerme y hablar de lo que estudio o de cosas al azar. En cambio, Ă©l no habla mucho de sus estudios, pero sĂ de su dĂa a dĂa y, aunque a veces me incomoda que parece condescendiente conmigo por cĂłmo se expresa, creo que estamos entablando una amistad.
El problema es que Martin parece ser casi más tĂmido que yo, por lo que no sugiere hacer una videollamada o una llamada ni tampoco un encuentro, y ya comienzo a inquietarme porque me hace preguntarme si esconde algo.
Es por ello que esta noche, con Perry el Hámster sobre mi estómago y a poco para que sea la medianoche, me decanto por finalmente solucionar este problema. Soy la salvación de esta amistad.
MDV: oye, Martin
MDV: Me parece que hemos estado compartiendo muy buenas conversaciones y momentos. Me haces sentir que estamos bien con todo esto, la verdad no pensĂ© que algo bueno saldrĂa de esto pero me has sorprendido de buena manera
MDV: creo que en el futuro todo podrĂa ser incluso mejor… Me preguntaba, claro, siempre que no te incomode…
MDV: si podemos vernos de una manera más cercana y real, más allá de nuestras fotos de perfiles
Los minutos pasan y me pone nerviosa que no responda. El reloj da paso a la medianoche y anuncia que octubre ya se encuentra aquĂ, y entonces mi telĂ©fono emite un zumbido. De inmediato lo desbloqueo y abro la conversaciĂłn.
Martin002: Mierda, nena! He esperado tanto que me dijeras eso
Esbozo una sonrisa desconcertada por el apodo y la naturaleza de su mensaje, pero entusiasmada con la perspectiva de que esté de acuerdo.
MDV: GENIALLLLL estaba tan nerviosa de pedirte esto
Martin002: solo debĂas decirlo bb
MDV: Âż??
Martin002: quieres que sea el primero?
Estoy a punto de responderle cuando llega una imagen y enseguida comienza a descargarse. Cuando se carga del todo, dejo caer el teléfono en la cama y casi aplasto a Perry cuando me giro gritando.
—Pero ¡¿qué mierda?!
Agarro mi almohada y veo de reojo la pantalla del teléfono, que empieza a oscurecerse.
Me acaba de enviar una foto de su pene, de su curvo, largo y delgado pene erecto.
—Ya no podemos ser amigos, Martin —digo con los ojos muy abiertos y con su miembro plasmado en mi memoria.
Y ni siquiera me gusta lo que he visto.
Un minuto de silencio por mĂ: MĂ©rida del Valle Sousa, la chica que buscaba un amigo y a quien le enviaron una fotopolla que ni siquiera le gustĂł. Por favor, un poco de empatĂa y condolencias para mĂ y mi trágica historia sobre cĂłmo Martin002 fue un vil mentiroso que me llevĂł al verdadero dueño de la foto de perfil, que sĂ me gustĂł.
Oh, Dios, él definitivamente me encantó.
Ese bastardo de Martin me llevĂł a quien serĂa mi periquito soñado: Dawson Harris.
Hola Dawson:
Estaba dibujando muy casualmente como cualquier dĂa en mi doble vida, cuando ¡bam! PensĂ© en ti… De acuerdo, hago mucho eso Ăşltimamente, pero ÂżpodrĂa alguien culparme?
La cuestiĂłn es que primero dibujĂ© tu rostro, enfocándome en esos dos maravillosos ojos que me derriten cuando me miran ya sea con intriga, curiosidad, desesperaciĂłn, diversiĂłn o incluso deseo (sĂ, me encanta pensar que me deseas, grrr).
Suspiré y sonreà mientras dibujaba tus cejas, tu cabello, esa nariz que nunca necesitará una rinoplastia, los dulces labios que a veces me distraen demasiado y tu cuello. Todo era tan inocente, tan dulce, tan soñador… Pero entonces sucedió. El monstruo que está en mi cabeza tomó control de mis manos.
Todo dejĂł de ser inocente.
Primero fueron tus hombros, luego les siguieron tus hombros desnudos, el torso firme con un leve camino de vello que iba más… más abajo y un poco más abajo. No tenĂas pantalĂłn, pero descuida, te dibujĂ© un pantaloncillo de licra negro que se ajustaba a tus muslos y entre ellos (pido perdĂłn, fue más fuerte que yo).
No estabas desnudo, pero ¡joder! Te veĂas tan sexi, tan atractivo, tan tĂş, que casi lloro porque no era real.
ÂżAlgĂşn dĂa será real? Estoy cansada, periquito, mi corazĂłn se quiere ir contigo.
También confieso que no es mi primer dibujo, pero te prometo que no en todos te encuentras en tales circunstancias de pocas prendas de ropa. La verdad, sà me siento algo culpable, pero no hay mala intención, promesa.
¿Qué puedo decirte, Dawson? Me traes mal, de cabeza, flotando, volando, hormonada y enloqueciendo.
ÂżAlgĂşn dĂa me dejarás hacerte un par de dibujos +21?
Porfis, di que sĂ, periquito.
MÉRIDA SOUSA, abril de 2017
Hola, Mérida, que no es como la princesa sino como un estado de Venezuela:
¿Qué carajos, Mérida?
ÂżDibujarme asĂ?
¿Seguir llamándome periquito?
ÂżQue tu corazĂłn se quiere venir conmigo?
¿Que tienes más de un dibujo de m�
Y espera, espera un momento. ÂżQue te deje hacerme un par de dibujos +21?
Pero es que estás loquĂsima.
Y yo estoy más loco.
Abre la puerta, cielo…
DAWSON HARRIS, abril de 2017
A todas las personas que por alguna razĂłn han debido volar del nido en el que nacieron o crecieron.
A cada venezolano que empacó sus sueños y esperanzas en una maleta de ilusiones al tener que dejar la tierra en la que les hubiese gustado florecer, y que aún llevan el tricolor y sus estrellas en el corazón.
A toda la comunidad de habla hispana, especialmente la latina, que lleva consigo la historia y tradiciĂłn cultural, que ha surgido y prosperado contra las adversidades.
A cada Mérida del mundo que teme usar su voz, que siempre tiene algo que decir: ¡ánimo, reina! Al igual que Mérida, encuentra tu fuerza, te aplaudo y te apoyo, grita fuerte lo que quieras decir, el mundo necesita y quiere escucharte.
A esos Dawson que se interesan por nuestra cultura, los sueños y esperanzas que cargamos con nosotros, que comparten sus metas, experiencias y vivencias, que te invitan y motivan a ir por más.
A cada emigrante que se ha secado las lágrimas ante cada puerta cerrada, desplante, mala experiencia, la añoranza de un hogar al que no pueden volver y los sueños que pocos entenderán.
Y a ti, que te levantas cada dĂa esperando que sea mejor, que lloras y sonrĂes, que te caes y te levantas, a ti, que sueñas a puertas cerradas, que cierras los ojos e imaginas un sinfĂn de escenarios que espero que un dĂa se hagan realidad.
Playlist +21
Rata de dos patas de Paquita la del Barrio
QuĂ© vida la mĂa de Reik
Todo cambiĂł de Camila
Yo te extrañaré de Tercer Cielo
En la obscuridad de Belinda
Inolvidable de Reik
La correcta de Morat y Nabález
Venezuela de Luis Silva
Bésame de Camila y Evelyn Nieto
Solo te quiero amar de Calle Ciega
La canciĂłn de J Balvin y Bad Bunny
Lover of mine de 5 Seconds of Summer
San Lucas de Kevin Kaarl
Sweater weather de The Neighborhood
Piece of you de Shawn Mendes
Aprender a quererte de Morat
I hear a symphony de Cody Fry
No se va de Morat
Cuando me acerco a ti de Danny Ocean
Somewhere only we know de Keane
Locked out of heaven de Bruno Mars
Yo dije OUFF de Omar Rudberg
Lost in the fire de Gesaffelstein y The Weeknd
Don’t blame me de Taylor Swift
God is a woman de Ariana Grande
Matilda de Harry Styles
AĂşn hay algo de amor de RBD
They Don’t Know About Us de One Direction
Entre tus playas quedó mi niñez,
tendida al viento y al sol,
y esa nostalgia que sube mi voz
sin querer se hizo canciĂłn.
De los montes quiero la inmensidad
y del rĂo, la acuarela.
Y de ti, los hijos que sembrarán
nuevas estrellas.
Y si un dĂa tengo que naufragar
y el tifĂłn rompe mis velas,
enterrad mi cuerpo cerca del mar…
En Venezuela. Â
LUIS SILVA, Venezuela
se descarga