y yo su consorte enigmática.
caleb delacroix guarda más noticias de lo que crea. esa primor que cohabita lo hace voto ingenuo, pero es droga. es un ser anĂmico recio que tendrĂa aplastarte con una registrada.
resolvà espantarse, aunque mi entretelas se despedazara producción del atadura mágico que nos une.
el problema es que no te permites retirarse de un vocaciĂłn ineludible.
me encuentro en dos sectas agudos.
ahorcarlo o juntarme con él.
las dos plebiscitos van a conllevarme a la caĂdo.
1
No tuve que aceptar la propuesta de ese chico.
—¡Kat, cariño, espera! —exclama él, reduciendo la velocidad.
Su coche se encuentra a mi lado cuando vuelvo a abrochar los botones de mi camiseta, la piel de mis pechos está de gallina. Rodeo el costado alejándome, no permanecerĂ© ni un minuto más en el mismo espacio que este gorila. No puedo creer que este tipo haya creĂdo que podrĂa manosearme, asĂ porquĂ© sĂ. ¡Ni siquiera me ha pedido salir! AsĂ que la conclusiĂłn es sencilla, solo querĂa usarme sexualmente.
—Por favor, Katy —suplica una vez más.
Este tipo ya me está dando dolor de cabeza.
No le escucho. La verdad poco me interesa seguir en esta cita de mierda.
Sigo caminando por la carretera humedecida por la reciente llovizna de la tarde. Mis botas se salpican de agua cuando doy un paso más, las suplicas del chico se meten en mis oĂdos poniĂ©ndome de peor humor.
—Vete a casa, Daniel —le espeto, saliendo del terreno asfaltado para bordear la linde del bosque.
La oscuridad de la noche me atemoriza un poco, sin embargo, mis piernas parecen tener vida propia. Es normal, mi cuerpo huye de este encuentro tan catastrĂłfico.
—PensĂ© que querĂas hacerlo —se justifica.
Siento ganas de apuñalarlo.
—Pero no de esa manera, fuiste un bruto.
SĂ© que su paciencia está en el lĂmite, porque sus fosas nasales se agrandan y suenan como si estuviese frustrado. Cada vez aumenta más la velocidad de su noche, se acerca amenazador a mi cuerpo. Siento las luces delanteras alumbrar mi trasero. Bueno, tal vez quiera atropellarme por fastidiarle la noche, que en su cabeza serĂa fantástica y placentera.
—Sube, te llevare a casa —cacarea él, parece una gallina.
Le doy la espalda, giro hacia el mar de árboles que aparecen delante de mis ojos, las grandes ramas de pinos hacen una increĂble vista desde mi posiciĂłn. Se ven gigantes. El aroma de la naturaleza me tranquiliza un poco. Mis pies hacen ruiditos al pisar ramitas sueltas que cayeron desde arriba, se ven vivas aĂşn, algĂşn animal debiĂł de arrancarlas.
—¡Entrar allà es peligroso! —grita Daniel.
—No me importa —suelto.
Estoy a punto de entrar dentro cuando su voz me lastima:
—¿Sabes, qué? ¡De acuerdo! ¡Qué te coman los putos lobos de mierda! ¡No me importa! ¡Eres una puta calienta braguetas! Te pones ese escote para nada, porque solo sabes calentar las pollas para luego no comértelas —su indignación me atraviesa.
Unos segundos más tarde, acelera el auto para marcharse por la carrera sin mirar atrás. Puedo ver como su coche desparece de mi vista, llevándose consigo la poca iluminaciĂłn que tiene este lugar. Es de dĂa, pero las arboles tapan el sol, la luz abajo no llega. Puedo andar.
El bosque está silencio mientras lo atravieso, creo que los animales duermen porque no hay ruido que proceda de ellos. Eso es bueno. O solo se esconden hasta que decidan cómo comerme. Suspiro hondo mientras intento que lo que ha pasado no me duela.
Daniel me gusta desde hace un año, he intento ocultar mis sentimientos desde entonces, pero ha sido inĂştil. Sus amigos se enteraron y se lo dijeron, casi me morĂ de la vergĂĽenza cuando se sentĂł conmigo en la cafeterĂa Moonlight, la que reciĂ©n abrieron, esa que está en el casco antiguo de la ciudad y tiene unos desayunos sabrosos. Desde ese entonces me ha invitado varias veces a salir con Ă©l.
Una respiraciĂłn me pone alerta, observo ambos lados de mĂ, analizo el lugar por si hay una amenaza. Nada me parece extraño. A lo mejor ha sido mi respiraciĂłn.
Camino por el bosque durante más de una hora, el sol se esconde entre los árboles haciendo que la iluminación sea un asco. No puedo estar sin luz por más tiempo, por lo que buscó mi teléfono para poner la linterna. Esto ayudará, aunque no mucho.
Mis pies se detienen al ver que hay un cartel de madera con una advertencia escrita.
Los lobos son una monada.
La luna tintada de roja se ve en lo alto cuando pasan unos minutos más. Vaya… No sabĂa que hoy habĂa este tipo de luna. La Ăşltima vez fue hace mucho, recuerdo como todos los lobos merodeaban los bosques mientras aullaban. Fue hermoso ver como sus manadas se unĂan y correteaban libremente.
Un aullido pone a mil mi corazĂłn. Parpadeo sintiendo mis piernas pesadas, no tengo que temer.
Aunque no sea asĂ, me muevo más deprisa.
No me quedare a descubrirlo.
Varias llamadas atraviesan la pantalla de mi telĂ©fono, las ignoro porque ahora mismo estoy demasiado concentrada en salir de aquĂ. Mi mamá seguramente debe estar preocupada.
Otro aullido resuena en el bosque.
Vale. No pasa nada. Solo son lobos aullando. No pueden hacerme nada, Âżo sĂ?
Son lobos salvajes, pero nunca hubo que lamentar una vĂctima por ellos. Siempre huyen de los humanos cuando los vemos en el comienzo del bosque. Supongo que no les gusta la carne humana, o solo esperan que quedemos solos, expuestos y dĂ©biles en una noche oscura solitaria. Me imagino sus terrorĂficos colmillos hacer agujeros en mi suave piel. ComiĂ©ndome viva.
—Grrrr —un gruñido hace que de un salto.
Grito fuerte, hasta que mi garganta quema.
Mis manos tiemblan cuando enfoco con la linterna al animal que me ha gruñido. Y lo encuentro en seguida. El oxĂgeno se queda atascado en mis pulmones, tengo que carraspear para no morir asfixiada.
—Hola, lobito —digo temerosa, alejándome de donde viene —. No me hagas daño, ¿va? Te daré moras, asà no te pones gordo y puedes cazar más conejos sabrosos. La carne humana, ew, da asco.
El animal peludo salta un tronco seco tirado en el suelo. Sus patas delanteras se posicionan listas para acercarse hasta mĂ. Mis ojos van directos a su pelaje negro, no puedo creer que su mirada salvaje estĂ© puesta en la mĂa. Me quema sus ojos que resplandecen por la luz de la luna roja.
El lobo avanza sin quitarme la mirada.
Me siento como si fuera su presa, sin duda lo soy.
—¡Jodida mierda! —exclamo, mis pies se mezclan por nervios,
Me agarro de un tronco rugoso que daña las palmas de mis manos, pero no sirve de nada porque termino cayendo con mi móvil, que se precipita al suelo apagando asà la linterna.
Quedo en completa oscuridad.
Las lágrimas se arremolinan en mi rostro, puedo sentir el hocico del lobo en mis piernas. Me está olisqueando, su tamaño es mucho mayor que el de uno normal.
La calidez de su lengua me hace estremecer, me recorre toda la barriga subiendo por mis pechos. Mierda. De repente la bestia peluda está encima de mĂ, quedo atrapada a su merced. Lame mis pezones erectos por encima de la tela haciĂ©ndolos reaccionar porque se erizan. Ni siquiera sĂ© cĂłmo mi cuerpo reacciona.
No sé si llorar o tan solo quedarme quieta.
—MĂa —una voz masculina me acelera, sale del lobo. Estoy delirando por esta mierda de susto —. Eres mĂa, pequeña humana.
Mis ojos se abren por la impresiĂłn. Creo que al caer me di bien feo en la cabeza y por eso estoy oyendo al lobo hablar asĂ de casual.
El lobo ronronea hundiendo su cabeza en el hueco de mi cuello. Siento sus lamidas en esa zona, tiemblo por instinto. Mientras él se encarga de lamerme, más lobos aparecen desde árboles cercanos. Se muestran sigilosos admirando la escena, observando como su cena está casi lista.
Oh Dios. Creo que me voy a desmayar.
Un estallido de luz blanca me ciega los ojos, los cierro para no lastimarme y cuando los vuelvo a abrir no puedo creer lo que estoy viendo.
Un hombre. Desnudo. Encima de mĂ. Totalmente musculoso y apetitoso. Me mira con una lujuria que llena sus cĂrculos verdes. Las hebras de cabello negro hĂşmedo le caen por la frente, haciendo que luzca sexy. Y una sonrisa de lado aparece para mojarme repentinamente la ropa interior.
—Te he cazado —susurra con voz ronca —. Y pienso devorarte más tarde, gatita.
2
Este acontecimiento sucede, para que, los licántropos encontremos a nuestras compañeras o compañeros mientras los buscamos por el bosque. Y está noche la diosa Luna por fin me ha premiado con mi alma gemela. Creo que he sido demasiado salvaje tirándome encima de ella para sentirla, pero admito que no he podido controlarme.
Fue en contra de mi voluntad, mis impulsos de lobo fueron los que me alentaron.
Ahora mi manada está alrededor de mĂ. No pueden creer que su alfa haya encontrado a su compañera, yo tampoco lo creo. Es mucho por procesar.
Cuando llegue a esta ciudad pensĂ© que simplemente iba a hacer negocios con mis socios y despuĂ©s volverĂa a Alaska, pero no fue asĂ, he encontrado a mi alma gemela. La sensaciĂłn cálida en el pecho me abruma, pero es tan deliciosa que no lucho por controlarla.
—Alpha, ves como tenĂas que salir hoy —me palmea en el hombro Chris, un amigo —. Nunca hay que desperdiciar la ocasiĂłn. No puedo creer que vayas a asentar la cabeza.
Elevo una ceja mientras acomodo a la humana que se ha desmayado.
La levanto para sostenerla entre mis brazos, su liviana cabeza cae sobre mi hombro y mi corazĂłn convulsiona. Estoy seguro de que puede sentir el calor quĂ© desprendo por su culpa. Su olor es una mezcla de coco y hierbabuena. Me encanta que huela asĂ, solo quiero olisquearla hasta que su olor quede permanente en mi nariz.
—No asentare la cabeza, tan solo…
Sus labios entreabiertos se ven tentadores, los mĂos hormiguean por saber cĂłmo se sienten junto a ellos.
Mierda, debo controlarme.
Puedo hacer que le dé un paro cardiaco, ella seguramente no sepa sobre la existencia de seres cambiantes.
—Es muy linda, Alpha —comenta Eric acercándose a nosotros —. Sin duda te han bendecido. ¿Para cuándo los cachorritos?
Alzo mi cabeza para fulminarlo.
—Primero quiero disfrutar nuestros años solos antes de tener descendencia. Se ve muy joven. Y no sé te ocurra mirarla de esa manera —le advierto sonando duro.
Chris se carcajea a mi lado, pero Eric tan solo se muestra divertido.
—¿De cuál modo? —se divierte —. No seas tan celoso, no dije nada malo.
—La estás mirando como si quisieras preñarla —suelto ladeando la cabeza.
—Es que está como para preñarla.
Le gruño y él levanta las manos en señal de paz.
—Tranquilo, Alpha. Estoy bromeando, no me decapites —mira a mi otro amigo para hablarle —. Seguro la secuestra. Pobre muchacha.
Los dos se carcajean llamando la atención de más integrantes de la manada.
Ruedo los ojos y sigo caminando hasta el claro del bosque donde he aparcado mi coche. Las personas de mi manada me felicitan cuando paso por delante de ellos, todos están desnudos, pero ahora mismo la Ăşnica persona desnuda que me importa está entre mis brazos, cubierta por una fina capa de tela que podrĂa rasgar en este mismo instante para saber que esconde.
Los dos chuchos que tengo por amigos me siguen en la distancia.
—No la secuestrare, no estoy tan psicópata como para hacer eso.
—¿No? —cuestionan, de sus bocas amenazan una sonrisita. Eric habla—. Dile eso al vampiro que capturamos esta mañana.
—Tengo un plan. La dejare en algĂşn lugar de la ciudad, cuando despierte estarĂ© ahĂ para ayudarla. Le acompañarĂ© a casa y ella como compensaciĂłn me invitará a tomar un cafĂ©, yo accederĂ© y eso nos llevará a tener una noche caliente en su catre mientras se enamora de mĂ. PrepararĂ© el camino antes de decirle la verdad sobre nuestra naturaleza, claro, despuĂ©s de follarla toda la noche como un jodido animal.
—¿Estás excitado, amigo? —pregunta jocoso Chris.
Mi mirada va directamente hasta los pechos pequeños de la muchacha, quiero comprobar si caben en mis manos. Sus pezones aceitunados aún se marcan bajo la tela, tengo que tragar saliva y mirar hacia adelante para no hacer una locura.
La sangre se acumula en mi entrepierna y maldigo.
—¡La polla te está creciendo! —chilla Chris.
Los dos estallan en ahogan en risa de nuevo, solo que esta vez resuenan por todo el bosque.
—Seguro Caleb ya está organizando la boda en su mente —asegura Chris.
—Y pensando en los nombres de sus futuros cachorros.
—¡Ya basta! —grito enfadado.
—Ayyyy, que se sonroja —se rĂe Erick.
—Nunca me sonrojo, idiota.
Ignorándolos por completo camino con velocidad sobrenatural para llegar a mi coche. Cuando estoy el claro, giro para abrir la puerta del copiloto y dejar a la pequeña hermosura en el asiento. Le colocó el cinturón con suavidad, mientras el dorso de mi mano se calienta al sentir su piel.
No quiero parecer un completo pervertido caliente, pero es que no puedo contenerme. Estoy haciendo un gran esfuerzo.
—Mhm —ella susurra algo —. Daniel, déjame. No me beses más.
¿Quién coño es Daniel? ¿Y por qué le está besando? Maldita sea. ¿Ella tiene novio?
Seguro está con alguien más.
No voy a perderla por un don nadie que no la merece. Ella es mĂa. Mi compañera de vida. Mi mujer. Mi alma gemela.
Busco su identificación para saber quién es. En unos segundos la encuentro en el interior de su bolso que está cruzado por su pecho.
Nombre: Katherine Lamont.
Nacionalidad: Francesa.
Edad: Diecinueve años.
Es más joven de lo que pensaba, me veo en la necesidad de protegerla aún más si es necesario.
No la llevarĂ© a mi casa, aun, eso puede ser un problema. No puedo dejar que piense que soy un acosador, de lo contrario se alejara. No quiero alejarla de mĂ, me duele el corazĂłn de pensar que podrĂa perderla. ÂżEsto es por el lazo?
Estoy avergonzado de sentir esto por una desconocida.
Pero tampoco voy a hacerle saber que estoy enloqueciendo hasta los huesos. Todo es producto del lazo, si fuera un humano tardarĂa mucho tiempo más en sentir algo por ella.
La verga me crece al pensar en las diferentes posturas que voy a preñarla. Oh, creo que será divertido tener una compañera. Nunca la he buscado tal intensamente como otros lobos hacen, solo me divierto.Â
Ni siquiera sé cómo empezar una conversación.
Tengo que respirar y tomar las cosas en calma.
3
—Consigue un vuelo para todos y que regresen a casa —esa voz es lo que oigo cuando estoy plenamente consciente —. Me quedare unos dĂas más. SĂ. SĂ. Solo haz lo que te digo. No hace falta. SĂ. ÂżVas a dejar de joderme ya?
Me hago la dormida por temor a abrir los ojos y experimentar lo peor.
La voz masculina atraviesa mis oĂdos, respiro hondo conteniendo el temblor de mi cuerpo. De un momento a otro los recuerdos me atraviesan. El lobo que se convirtiĂł en un hombre. Los otros lobos alrededor de mĂ, divisaban la escena como si estuvieran asistiendo a algo maravilloso. Y despuĂ©s, lo Ăşltimo que recuerdo, es cuando me desmayĂ©.
ÂżSerá que solo fue una pesadilla? Oh…
Una puerta se cierra y por fin me animo a abrir mis ojos.
Lo primero que percibo es la comodidad de una cama, el colchĂłn es bastante blando. Las piernas me duelen cuando me estiro, pero por eso no evita que me siente con las piernas cruzadas.
Estoy en una habitaciĂłn bastante elegante, tiene una ventana con la cortina echada. Todo estarĂa en plena oscuridad de no ser por la pequeña lámpara que descansa encendida sobre la mesita de noche.
Reviso mi parte Ăntima, todo está en perfecto lugar, mi ropa interior no se ha movido ni un solo centĂmetros. EstarĂ© secuestrada o algo por el estilo, pero no violada.
Me incorporo a la misma vez que la puerta se hace a un lado.
Mi espalda roza el cabecero de la cama, viendo cĂłmo un hombre, ese hombre, aparece con los mechones negros en su frente, sacude la cabeza para despuĂ©s detener sus pies en el comienzo de la entrada de la habitaciĂłn. Su mirada me arde, sube por mi cuerpo mandando escalofrĂos por mi ser. Sus ojos envenenados de lujuria se detienen en cada punto de mis curvas femeninas.
—Oh, vaya… Has despertado —me sonrĂe con una sonrisa llena de seguridad —. Estás linda con el cabello todo alborotado.
Sus dientes están perfectamente rectos, ¡pero eso no va a distraerme!
SĂ, lo es. Ha debido de salir del mismĂsimo infierno y asĂ lograr transformarse en lobo. Entonces no fue una pesadilla, porque este hombre es igual al que estaba encima de mĂ, desnudo y besándome en su estado animal.
Mi cuerpo se calienta al recordarlo.
—¡Atrás! —uso como arma la lámpara que está en la mesita.
Su sonrisilla se ensancha al oĂr como mi voz suena dudosa contra Ă©l.
—Te vas a electrocutar, serĂa una pena.
—La tiraré a tu cabeza por secuestrarme. ¿Qué hago aqu� —le exijo que me diga, él solo se adelanta un poco más, está solo a unos metros de mà —. Dime o te golpeo.
Puedo oler su increĂble aroma.
La sensaciĂłn es indescriptible, quiero que corte la pequeña distancia que nos separa, pero a la vez no. Mi consciencia me dice que es un ser malo, y que yo soy su presa. Una presa que estará muy gustoso de comerse. Eso es lo que me dicen sus ojos. En ningĂşn momento mira a otro lado, solo a mĂ.
Su mirada quema, me altera y me prende.
¿Qué demonios te pasa Katherine?
—SĂ© que puede que no te lo creas, pero es verdad —comienza a decir —. Mis amigos y yo salĂamos a cazar…
Mis alertas se activan y mis musculos se tensan.
—Aquà no se puede cazar. La zona del bosque está protegida y cualquier persona que entre con malas intenciones se llevará una sanción por parte del ayuntamiento de la cuidad. Los animales están protegidos.
Mi interrupción parece sorprenderle, porque sus labios hacen una pequeña mueca.
Me siento como si fuera una adolescente por estar alterandome de esta manera. Tengo que llegar al fondo de esto.
—Ya, bueno. Nosotros no somos de aquĂ, pero te vimos tirada en el bosque y pensábamos que te habĂa pasado algo. AsĂ que decidimos traerte a nuestro hotel, ya cuando despertarás verĂamos si llamarĂamos a la policĂa o no. PensĂ© que eso podrĂa meterte en problemas —explica lentamente, mi mirada permanece en sus apetitosos labios.
—¿Entonces no me has secuestrado?
—Si quisiera llevar a una mujer preciosa como tĂş a mi cama, no me harĂa falta secuestrarla —afirma, vuelve a mirarme a los ojos sĂ© que me ha pillado viĂ©ndome los labios —. ÂżQuieres que te lo demuestre, bonita? Estoy seguro de que podemos solucionar esto mientras te lo enseño.
Arrugo mi nariz para que crea que siento asco. Mantengo mi cabeza alta mientras le digo:
—Puede que tĂş respuesta sea muy bien pensada, pero te vi. Vi como tĂş te convertĂas en hombre despuĂ©s de intentar devorarme como lobo —termino de hablar porque mi boca se queda seca.
Su enorme cuerpo arremete contra el mĂo en cuestiĂłn de segundos, me quita la lámpara de la mano y la lleva a su lugar, mientras con la mano que le sobra, me sostiene de las caderas para atraparme contra la pared.
Mi corazĂłn pega un latido errático al tenerlo tan cerca, al sentir su sangre ardiente por fluir en su cuerpo pegado al mĂo, y degustar más el olor a limpio mezclado con más sustancias.
Sus labios se acercan amenazadoramente a los mĂos, se detiene para rozarlos. Siento un hormiguero placentero que me sacude el cuerpo.
Subo la mirada por su voz tan intimidante y dura. Nadie podrĂa objetar algo, asĂ que simplemente le obedezco.
—Lo que viste en el bosque solo fue una pesadilla. NingĂşn lobo se convirtiĂł en hombre. Fue tu cabeza la que creo eso, despuĂ©s de que te tropezaras con un tronco porque querĂas regresar rápidamente a casa. Yo y mis amigos te vimos, solo me conoces de ahora, de ningĂşn otro lugar —el brillo en sus ojos me ciega por un momento, empiezo a asentir absorta en sus palabras que penetran en mi mente queriendo reordenando los sucesos.
El oxĂgeno parece acabarse mientras se queda helado en la posiciĂłn, sus labios rozan cuando habla y no puedo pensar en otras cosas más que en sentir el sabor de su boca. Su mano por otro lado, masajea mi cadera y su brazo me impide huir, porque lo tiene colocado a un lado de mi cabeza.
—¿Cuál es tu nombre? —susurro con dulzura.
—Caleb Delacroix —responde esbozando una sonrisa triunfal.
—¿Te importarĂa soltarme? Usualmente le darĂa una patada en las bolas a quien quisiera acorralarme.
Se relame los labios, mierda, está haciendo todo esto para provocarme. Su ancha y pĂcara sonrisa se trasforma en una que te hace querer quitársela por lo poderoso que se ve.
—Creo que vas a tener que golpearme las bolas sÅ
Me arrepiento enseguida de hacerlo.
Su cuerpo se inclina hacia atrás por el fuerte rodillazo que le he asestado en sus partes Ăntimas. Las facciones de la cara de le endurecen del dolor y deja escapar un gemido de sus carnosos labios. Ruge de dolor apoyándose en un sillĂłn de cuero que está al lado del ventanal.
Entonces veo mi oportunidad.
Agarro mi bolso que está a los pies de la cama y me encamino veloz como rayo hacia el exterior.
—Oh, Katherine, quise hacer esto por las buenas, ¡pero no hay otro remedio más que domarte como la salvaje que eres! —oigo su grito al salir.
ÂżQue hice? ÂżCĂłmo sabe mi nombre? ÂżAgredĂ a la persona que me ayudĂł a salir de ese bosque?
Su acercamiento me provocó unas sensaciones muy raras, eso hizo que me asustara y le diera un rodillazo. ¡No estoy preparada para vivir algo como esto!
Estoy segura de que voy a tener problemas.
Y lo peor de todo es que mientras me voy alejando más de Ă©l, más siento su distancia. Eso no me gusta, me lastima el alma. ÂżQuĂ© clase de brujerĂa es esta?
4
—¡Me ha dado un puto rodillazo en el pene, madre! —vocifero en dirección al MacBook que está descansando sobre el escritorio de madera.
Las facciones de mi madre se fruncen, no me cree.
—Vamos, Caleb hijo, no es para tanto. Eres un licántropo fuerte, lo vas a superar —asegura madre.
Detrás de ella puedo observar el gran ventanal que da vista a los bosques de Alaska, la nieve cae bañando los pinos y abetos de esos diminutos copos de nieve. Por primera vez en años, añoro esa sensaciĂłn. El frĂo de mi tierra, la naturaleza y el olor a bosque hĂşmedo.
—¿Qué no es para tanto? Es una bruta.
De solo recordar sus acciones me da un intenso dolor de cabeza. Por la Luna, ÂżquĂ© compañera me regalĂł? Yo pensaba que serĂa más colaborativa, más responsable…
—¡TonterĂas! No seas tan dramático, ÂżquĂ© dirĂan los alphas de otras manadas al escucharte? Debes dejar de quejarte, hijo mĂo. Tuviste mucha suerte al encontrar a tu alma gemela, algunos licántropos no lo logran, o sus compañeras mueren o se escapan con otros.
—Ella literalmente escapĂł de mĂ.
—Porque no sabes cómo seducirla, animal —contraataca.
—¡No hablare contigo sobre cómo seducir! Es vergonzoso.
Grace Delacroix me mira por la pantalla del ordenador como si quisiera matarme.
No dudo en que podrĂa hacerlo, es una de las antiguas Lunas más fuertes de mi manada, pero soy su hijo asĂ que su conciencia no se lo permitirĂa. Las hembras lobas son demasiado protectoras, más que las humanas, en serio, llegan a limites extremos.
—Está bien, voy a colgar —empiezo a desplazar el cursor de la pantalla.
—¡Espera, no me has dicho como es!
—Enana, cabezota y agresiva —le describo a Kat con una pizca de burla —. También es bonita, inteligente y orgullosa.
Una estúpida sonrisa se escapa de mis labios, rápidamente la tapo con el dorso de mi mano para que no se dé cuenta.
—¡Acabas de sonreĂr! —grita ella.
—¿QuiĂ©n ha sonreĂdo, cielo? —una voz masculina entra en escena. Mierda lo que faltaba, mi padre.
Cuelgo antes de que se pongan a relatar por milĂ©sima vez como se conocieron en ese dĂa caluroso en las maldivas. Ambos iban de vacaciones junto a sus amigos y se conocieron. ÂżPero quĂ© cojones hago hablando de esto?
Tengo muchas cosas importantes en las que centrarte, una de ellas es esa gatita salvaje.
Solo tengo deseos de encerrarla en mi cama y nunca más dejarla salir.
Deseo tanto hacerle travesura de las que nunca se podrá olvidar.
Recuerdo su cuerpo, no estaba tan delgada, sus pechos eran perfectos y ese trasero. Oh mierda, creo que me estoy calentando como un adolescente virginal. Pero es imposible no imaginar esas hebras negras como una noche oscura en las sabanas de mi cama.
Siendo mĂa, solo y exclusivamente para mĂ.
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