Los Marqueses de El Piélago: Hijas de nadie de Maribel Fernández Cárcel
Cuando de nuevo volvà al convento en busca de Guillem, mi gran amor, jamás pensé que mi vida diese aquel cambio tan brusco e inesperado.Él nunca se creyó la historia de la escena con mi amiga Tere en el hotel Ritz, que fue preparada entre ambas para salvarle la vida. Quizás fuese eso o porque era la forma más diplomática de decirme que no querÃa reanudar nuestra relación, que le habÃa hecho demasiado daño, y que ya formaba parte de su pasado. Aquel amor que desbordaba en nuestros corazones, tiempo atrás, se habÃa quedado para él en el olvido.El asesinato de una religiosa en aquel convento complicó mucho más las cosas e incluso se agravó cuando el inspector de policÃa nos llamó a declarar y él confesó que la noche de la fiesta, que fue la anterior en la que se cometió aquel cruel asesinato, la pasó con la vÃctimaÉl, desde el principio, se convirtió en el principal sospechoso y, aunque yo tenÃa una última carta guardada, que nadie esperaba, no sirvió para nada.Era indudable que Dios me trajo a aquel mundo para sufrir. Quizá era la única forma de purgar aquel pecado que fue enamorarme locamente de un sacerdote.La iglesia emplearÃa todo su poder contra él. No les importó que Guillem también fuese un ministro más de la palabra de Dios. Las grandes jerarquÃas eclesiásticas, lo mismo que en la sociedad civil, eran las que dirigÃan aquel paÃs, en aquella dictadura cruel y que siempre pagaban los más débiles.Pero aquà no acabarÃa todo, porque todavÃa habÃa muchas cosas por descubrir en aquel mundo lleno de lujos innecesarios y que la iglesia ocultaba.Los religiosos antes de jurar sus votos, habÃan llevado una vida normal como cualquier ciudadano de a pie con sus más y sus menos.La madre Gabriela, el padre AgustÃn y la madre abadesa, del primer y segundo convento, en este último donde estuve como monja de clausura, ocultaban verdaderas tragedias dentro de la iglesia y fuera de ella, de sus propias vidas