Novia Bansley 3 de Sophie Saint Rose pdf
Novia Bansley III de Sophie Saint Rose pdf descargar gratis leer online
Vamos a la tercera quimera de los ñaños Bansley. Llega el desenlace…
Sinopsis de “Novia Bansley 3”
Carolyn lleva toda la carrera esperando que el varón que debería ser su consorte le diera una vez. Pero eso se había completado. Ya estaba adecuadamente. Si no la quería, que la dejara venir sin embargo su sentimentalismo llorara por él. Tenía derecho a recomponer su edad. Ella poseía pleno derecho a que la amaran y porsupuesto que pensaba conseguirlo incluso a pesar de Colter Bansley.
Sobre la autora de Novia Bansley 3 Sophie Saint Rose
Sophie Saint Rose es una prolífica autora que tiene entre sus éxitos “insufrible amor” o “no me amas como quiero”. Si quieres enterarse todas sus faenas publicadas en formato Kindle, solo tienes que anotar su renombre en el motor de búsqueda de Amazon o aproximar a su página de creador. Allí encontrarás más de cien biografías de distintas colecciones internamente del orden magnánimo. Desde época medieval o victoriana, incluso contemporáneas de distintas temáticas como la colección notaría o Texas entre otras.
Capítulo 2
Esas palabras se quedaron grabadas en su memoria y tres días después cuando era trasladada a una habitación pensaba en ellas. No había sido el único que le dijo que había tenido un pie en la tumba. Se había pasado en la UCI dos semanas y había conseguido sobrevivir cuando nadie daba un dólar por ella. Como le había dicho su enfermera había sido un milagro, pero allí estaba y no pensaba desaprovechar esa segunda oportunidad porque había perdido mucho tiempo pensando en compartir su vida con un hombre que no merecía ni uno solo de sus pensamientos. Al llegar a la habitación separó los labios de la impresión al ver las flores sobre las dos mesillas. —¿Y eso?
—Pues no lo sé —dijo el chico que empujaba su camilla.
—Alguien que te aprecia mucho —dijo una enfermera de unos cincuenta años entrando en la habitación. Tenía un cabello rojo intenso que le llamó la atención. De hecho, era imposible no mirarla. —¿Carolyn Shelby?
—La misma.
—Bienvenida a la décima planta. Mi nombre es Fiona y seré una de tus enfermeras —dijo distraída cogiendo su historial colgado en la camilla—. Vaya, vaya… Nos has dado problemas, ¿no? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele el pecho? ¿Respiras bien?
—Estoy algo fatigada, pero el doctor dice que es normal.
—Si va a más nos lo dices de inmediato, ¿me entiendes?
—Sí, Fiona.
—Así me gusta, una buena chica que no me pondrá las cosas difíciles. —Divertida le guiñó un ojo ayudando a los chicos a trasladarla a la cama.
Carolyn hizo una mueca. —Sí, siempre he sido lo que se dice una buena chica.
—Uy, parece arrepentida —dijo el camillero.
—Es que es muy aburrido. No he vivido nada. —Abrió sus ojos verdes como platos. —Nunca me he emborrachado. De hecho, nunca me he corrido una juerga.
—Pues estás a tiempo —dijo Fiona—. Gracias, chicos.
—Oye, si quieres una juerga…
Fiona les fulminó con la mirada. —Largo de mi planta.
—Serás mandona.
—¿Quieres que llame a tu supervisor?
Salieron pitando y Carolyn soltó una risita. —Les llevas como velas.
La tapó hasta debajo de la barbilla como si fuera una niña. —¿Dónde se ha visto ligar con las pacientes? Lo que me faltaba por ver.
—Era guapo. —Parpadeó sorprendida. —Nunca me había fijado así en otros.
—¿En otros?
—Déjalo, cosas mías —susurró pensativa.
Fiona puso los brazos en jarras. —Bien, esto va así. Tú haces lo que yo te diga y cuando te den el visto bueno te vas a casa.
—¿No hay más opciones? —preguntó divertida.
—No, a comer, a reponerse y a ver lo que dice el fisio de cómo están tus músculos después de pasar dos semanas sin moverte.
—No he probado a ponerme de pie. Igual puedo.
—Lo harás cuando te lo digamos, no antes —dijo como una sargento antes de acercarse—. Y las juergas las dejas para después.
—Vale. —Miró hacia las flores. —¿Tienen tarjeta?
—Claro. —Se estiró y cogió el primer sobre tendiéndoselo.
Impaciente sacó los brazos de debajo de las sábanas y lo cogió. Emocionada sacó la tarjeta y sonrió. —Son de Amelia.
—¿Una amiga?
—Mi jefa.
La enfermera rodeó la cama y cogió el otro sobre. Impaciente lo abrió. —De July y Derren.
—Parece que esperabas que fueran de otra persona.
—Oh, no. Hace tiempo que dejé de esperar nada y ahora menos.
—Bien dicho. A alguien tan bonita como tú no deben hacerla esperar.
—¿Bonita? —Se sonrojó negando con la cabeza. —Yo no soy bonita.
Fiona parpadeó porque era evidente que hablaba en serio. Sorprendida se sentó a su lado. —Cielo, ¿pero qué dices? Eres preciosa.
—No, soy normal. Mamá me decía que era del montón. Si me pedían citas en el pueblo es porque hay pocas chicas.
—Tu madre debía ser muy hermosa para pensar eso, porque no tengo a una paciente tan bonita como tú desde hace mucho.
Sonrió. —Exageras. Se nota que quieres que me sienta mejor pero no es necesario, de verdad, estoy bien. —Suspiró mirando el techo. —Voy a cambiar mi vida.
—Si es para bien…
—Lo es.
—Pues perfecto. Ahora voy a ver si está la comida que tienes que coger fuerzas.
—Gracias Fiona.
Sonrió saliendo de la habitación. Cuando se quedó sola miró a su alrededor. Las flores de su derecha eran gladiolos y claveles de distintos colores y las de su izquierda unos girasoles enormes con margaritas. Eran tan bonitos… Nunca le habían regalado flores y era una pena que duraran tan poco. Le gustaría poder llevárselas a casa. Su casa. Se mordió el interior de la mejilla. Cuando había muerto su madre su vecina le había dicho que le compraría la casa para su hija que estaba en la universidad. Le había contestado que no porque Colter no la había reclamado, pero ahora… ¿Todavía le interesaría? Molly ya había vuelto de la universidad y vivía con ellos. Había conseguido trabajo en la fábrica de muebles que estaba a unos kilómetros y puede que todavía la quisiera. Si no era así le costaría venderla porque no se vendía nada por la zona. Aunque ahora que los Bansley iniciaban el nuevo negocio con los chinos, llegaría más gente al pueblo. Entrecerró los ojos. Si conseguía vender la casa igual podía comprarse un apartamento en San Antonio. Allí había mucho más trabajo y ella estaba acostumbrada a hacer cualquier cosa. O incluso podía ofrecerse de interna en alguna casa. Eso sería perfecto durante un tiempo porque así ahorraría. Sí, mudarse de Pearl era lo mejor. Ya era hora de que empezara a vivir un poco.
Llamaron a la puerta y ella miró hacia allí. —Pase.
Cuando se abrió se quedó de piedra al ver a Colter. Entró en la habitación con una bolsa de viaje en la mano y la miró fijamente mientras cerraba. Se acercó a la cama dejando la bolsa en la silla que tenía al lado. —¿Cómo estás?
—¿Qué haces en el hospital? —preguntó sin creerse del todo que estuviera allí y que no fuera un delirio.
Él tenso se enderezó. —Te he traído algunas cosas que puedes necesitar. Las chicas se han encargado de meter lo que creen que puede serte útil. Incluso hay algún libro. —Se sintió incómoda por como la miraba. —¿Cómo estás?
—¿Has venido tú hasta San Antonio para traerme eso? —preguntó como si fuera algo impensable.
—Tenía recados que hacer.
—Ah… Pues estoy mejor y gracias por la bolsa.
—De nada. —Se miraron el uno al otro y Colter frunció el ceño. —La familia te manda recuerdos. Están deseando verte.
—Oh, son muy amables.
Él carraspeó como si estuviera incómodo. —Amelia dice que cuando vuelvas…
—No voy a volver.
—¿Qué?
—Bueno, al pueblo sí, pero no regresaré al trabajo. Me voy a mudar aquí.
Colter entrecerró los ojos como si aquello no le gustara un pelo. —Aquí. A San Antonio.
—Sí. ¿Se lo puedes decir y darles las gracias por la bolsa y por las flores? Oh, y el cheque que me lo manden por correo.
—¿No vas a ir al rancho ni para recoger el cheque? ¿Y el resto de tus cosas?
—Pueden quedarme restos de ese virus que ha provocado la neumonía —dijo irónica—. No quiero arriesgarme a enfermar a nadie. Que me lo lleve a casa algún vaquero.
—Carolyn, están embarazadas, es lógico que se preocuparan. Y nunca te echaron —dijo entre dientes—. Te fuiste tú.
—Ya, y por eso no vuelvo. He decidido vivir un poco y tengo entendido que esta ciudad es de lo más entretenida. Los Bansley siempre vienen aquí para sus líos, eso dicen por el pueblo, así que debe ser de lo más interesante. ¿No Colter?
—Así que vas a mudarte —dijo entre dientes.
—Sí. —Sonrió ilusionada dejándole helado. —Tengo mil cosas que hacer cuando salga. Preparar la mudanza, vender la casa, buscar trabajo…
—Vaya, veo que lo has pensado mucho.
—Pues se me ocurrió unos minutos antes de que llegaras, pero es una idea estupenda. —Entrecerró los ojos. —Igual debería irme más lejos. Siempre he querido conocer Los Ángeles. —Abrió los ojos como platos. —O Nueva York, las posibilidades son infinitas.
—Mejor quédate en San Antonio. Las otras opciones igual son demasiado de repente.
—¿Eso crees? —Frunció el ceño. —Igual tienes razón. Le daré una vuelta. Todavía tengo tiempo.
Se quedó en silencio unos segundos y cuando él no dijo nada levantó una de sus cejas rubias. —Me alegro de verte tan recuperada.
Sonrió sinceramente. —Gracias. Y gracias por la visita.
La puerta se abrió y Fiona entró con la bandeja de la comida en la mano. —Oh, tienes visita.
—Sí, pero ya se va.
La mujer le sonrió antes de dejar la bandeja en la mesa móvil. —Puedes elevarte un poco —dijo la enfermera como si fuera su madre elevando la cama—. Además, así respirarás mejor.
—Gracias, eres muy amable.
Fiona sonrió y ambas miraron hacia Colter que seguía allí parado observándola pensativo. —¿Es tu novio?
—No, es un conocido —dijo como si nada levantando la tapa con esfuerzo. Al ver el puré de zanahoria hizo una mueca cogiendo la cuchara. Cada movimiento le costaba muchísimo y preocupada miró de reojo a Fiona.
—Es normal que no tengas fuerzas, ya lo sabes. Comételo todo que esa expresión no me gusta un pelo —dijo Fiona.
—Entendido jefa.
Fiona sonrió yendo hacia la puerta. —Ojalá todos mis pacientes fueran así.
En cuanto salió Carolyn dejó la cuchara y cogió el brik de zumo, pero le costaba sacar la pajita del plástico.
—Déjame a mí.
—¡No! —Lo apartó de su mano. —Puedo sola.
Colter apretó las mandíbulas dando un paso atrás. —Adiós Carolyn.
—Adiós —le espetó como si deseara que se largara.
Colter salió de la habitación a toda prisa y Carolyn sintiendo un nudo en la garganta dejó el zumo sobre la bandeja. —No llores, no llores, no merece la pena. —Volvió la cabeza hacia la ventana y vio que un pájaro estaba mirándola antes de echar a volar. Eso tenía que hacer, echar a volar y olvidar a ese hombre. Decidida cogió el brik de nuevo.
—¿Qué dices? —preguntó Amelia asombrada.
—Tenías que haberla visto —dijo Colter caminando ante la chimenea de un lado a otro—. Le importaba un pito que estuviera allí. ¡De hecho tenía un brillo en la mirada que no me ha gustado un pelo!
—De enamorada, claro —dijo July.
—Cuñada, ¿no me acabas de oír? Le importaba muy poco que estuviera allí. ¡Me ha soltado que está deseando irse de Pearl cuando salga del hospital!
—Hermano…—le advirtió Derren.
—Perdona July, pero me estoy poniendo muy nervioso. —Las chicas sonrieron. —¿De qué os reís? ¿No veis que se larga de aquí?
—Y temes perderla —dijo Amelia.
—¡De momento lo único que has perdido es quien te limpie la casa!
Hizo una mueca. —Cachis… A ver a quien encuentro.
—Al parecer ha sido ella la que ha tomado una decisión, ¿verdad hermano? —preguntó Keigan tendiéndole un vaso de whisky que cogió de inmediato. Cuando se sentó al lado de su esposa ya se lo había bebido e hizo una mueca antes de beber un sorbo del suyo.
—Que quiere vivir, dice —dijo yendo al mueble bar para coger la botella—. Que San Antonio debe ser de lo más entretenida. Ha perdido la cabeza, esa no es Carolyn.
—Como si la conociera mucho, no le dirigía la palabra —susurró July a su marido.
Colter la fulminó con la mirada. —La conozco muy bien.
July le retó levantando la barbilla. —¿Ah, sí? ¿Cuál es el sueño de Carolyn? Si la conoces tan bien lo sabrás.
Capítulo 1
Cuando terminó de meter los platos en el lavavajillas eran las once de la noche. Estaba agotada, llevaba en pie desde las seis de la mañana. Se pasó el dorso de la mano por la frente. Igual tenía que haber aceptado la ayuda de las chicas, pero estaban tan emocionadas por la llegada de July que no quiso fastidiarles el momento haciendo limpieza. Revisó la cocina. Todo estaba perfecto como a ella le gustaba. Iba a ir hacia la habitación cuando recordó que tenía que tomar otra de las pastillas, así que cogió el envase de uno de los cajones donde lo había metido y se metió una en la boca. Llenó un vaso de agua y bebió. Al ver a Colter en el vano de la puerta se sobresaltó salpicándose la camiseta.
—Perdona, no quería asustarte —dijo él yendo hacia la nevera—. Las chicas quieren unos zumos.
—Sí, claro. —Dejó el vaso en el fregadero y se volvió.
Él frunció el ceño mirando el vaso y la observó mientras se alejaba. —¿Estás bien?
Se sorprendió por la pregunta volviéndose porque jamás le preguntaba nada. —Sí.
—¿Seguro? Apenas has dicho nada en la cena y ahora dejas un vaso sin recoger. Es raro en ti.
Molesta fue hasta el vaso y lo fregó dejándolo en el escurridor. —¿Contento?
—No lo decía por… —Sin escucharle salió de la cocina y Colter apretó los labios antes de terminar. —Por eso.
Cuando escuchó que cerraba la puerta miró hacia el cajón que había cerrado y lo abrió lentamente para ver el bote de pastillas. Frunciendo el ceño lo cogió para ver que estaba a nombre del doctor Carpenter. Amoxicilina. Dejó el bote en su sitio y cerró el cajón. Al llegar al salón dio los zumos a las chicas y July sonriendo le dio las gracias. —¿Pasa algo?
—Carolyn está tomando amoxicilina.
Amelia frunció el ceño. —Se lo habrá recetado el médico por esa tos que tiene. Ha dicho que no es nada.
—Es un antibiótico, nena —dijo Keigan—. Eso es que tiene infección.
El abuelo asintió. —Si fuera un resfriado podía darle algo para que se atenuaran los síntomas, pero no antibiótico, eso no sirve de nada.
La escucharon toser y Mary cogió la mano de su marido. —¿No será contagioso? Las niñas están en estado.
—Mamá, el doctor Carpenter nos hubiera avisado. No te alarmes.
Amelia se levantó. —Voy a hablar con ella.
—Nena… —dijo Keigan preocupado.
—No pasará nada. Carolyn sería la primera que no nos pondría en peligro.
Mary se levantó. —Iré yo.
Salió del salón antes de que pudiera impedirlo. Amelia miró a su marido que apretó los labios. —No pasará nada.
—Voy a llamar al doctor Carpenter. —Se levantó y cogió el móvil que tenía en el bolsillo trasero del pantalón.
—Cielo, ¿no estás exagerando?
—No voy a poner a mi mujer y mi hijo en peligro con algo infeccioso —dijo Derren muy serio—. Y si le ocurre algo por el estilo, el abuelo tampoco debería estar aquí.
—Joder… —Colter fue hasta la puerta del salón.
Matthew frunció el ceño preocupado por su familia.
—No será nada —dijo el abuelo sin darle importancia.
—¿Doctor Carpenter? Soy Keigan Bansley. —Miró sorprendido a Amelia. —¿Cómo que si está peor de su neumonía? —Colter se volvió de golpe. —¿Tiene neumonía? No nos ha dicho nada. Se ha puesto a trabajar como si nada y nos ha dicho que tiene un catarro sin importancia. —Escuchó lo que decía el médico. —¿Que su padre murió de eso? Doctor, ¿lo que tiene es peligroso? Aquí tenemos dos mujeres embarazadas y un recién operado del corazón. —Se pasó la mano por la nuca. —¿Cómo coño no nos ha avisado de esto?
July miró sorprendida a Derren que se levantó de inmediato. —Nena, nos vamos a la casa de tus padres.
—Sí, sí —dijo Matthew —. Abuelo espera en el coche.
—Que no es nada…
Keigan apartó el teléfono. —Amelia vete a hacer la maleta, nos vamos con tu madre. Dile a Shine que se levante. —Se puso el teléfono al oído. —¡No sé si está peor, joder! ¿Una ambulancia? Pues no sé si la necesita. Tose mucho.
Mary entró en el salón. —No es nada, un resfriado.
Matthew se acercó a su mujer. —Nos largamos.
—Pero…
—Está bien, doctor. —Keigan colgó. —Necesita reposo absoluto, control de temperatura y si empieza a sentir que no respira bien tenemos que llamarle. Entonces habrá que cambiarle el tratamiento o ingresarla.
Amelia se preocupó. —¿Entonces es contagiosa?
—Depende de cómo se haya infectado. Por un virus o una bacteria. Si es un virus como el de la gripe sí que puede ser peligroso sobre todo para el abuelo y vosotras. Todavía no lo saben, así que nos largamos. Haz la maleta.
—¿Y quién la va a cuidar a ella?
Se miraron los unos a los otros. —Joder. —Keigan se llevó las manos a la cabeza. —Estupendo.
—No hace falta que me cuidéis ni que os vayáis de vuestra casa. Me voy yo a la mía —dijo Carolyn rota por lo que acababa de escuchar, aunque intentaba disimularlo. Nadie se ofreció a ayudarla y eso había sido una decepción enorme cuando ella se había dejado la piel por ayudarles mucho más allá de sus responsabilidades. Pero era lo que había. —Enseguida me voy.
Amelia se apretó las manos. —¿Cómo vas a irte y estar sola en tu casa? ¿Y si te pones peor?
—El doctor me llamará todos los días. —Se encogió de hombros antes de volverse e ir hacia su habitación. Agarró su bolso y en silencio fue hasta la cocina donde cogió el bote de pastillas. Al volver al hall forzó una sonrisa desde allí ignorando las ganas que tenía de gritar. —Os llamaré cuando pueda volver.
—No sabes cómo siento esto —dijo Amelia preocupadísima por ella.
Sí, pero no podía quedarse. Si fuera uno de su familia todos se volcarían en su cuidado, pero claro no era de la familia. Solo una empleada. Disimulando su dolor salió de la casa. Colter la siguió hasta el porche y se sintió observada mientras arrancaba el coche. Iba a acelerar cuando miró hacia allí y sus ojos se encontraron. Estaba claro que jamás podría contar con él, jamás sería su marido ni la amaría. Después de todos esos años de ilusiones supo que nada cambiaría. Aceleró saliendo del rancho y Colter juró por lo bajo. Al volverse vio a Keigan en el hall. —¿Soy el único que se siente como un cabrón?
—No, hermano. No eres el único, pero tenemos que cuidar de nuestras mujeres y del abuelo. Llamaré al doctor Carpenter para que me recomiende una enfermera para ella.
—¡Joder pues llámale ya!
Carolyn llegó a casa a duras penas porque se le cerraban los ojos y al meter la llave en su casa sollozó sin poder evitarlo. Se limpió las lágrimas de mala manera y se arrastró hasta su habitación dejándose caer en la cama. Al recordar la mirada de Colter sollozó de nuevo y se abrazó a la almohada. Era inútil pensar más en él, le era totalmente indiferente y lo había demostrado porque no se había ofrecido ni a llevarla. Si en la boda de su hermano ni siquiera le había dirigido la palabra ni había bailado con ella cuando lo había hecho con medio pueblo. A pesar de que había dejado embarazada a otra mujer, no se cortaban en demostrarle que babeaban por él. Era evidente que les importaba poco que fuera a tener un hijo con otra, pero claro era uno de los hombres más atractivos y ricos del contorno. No es que por allí hubiera muchas opciones y cualquiera estaría dispuesta a cargar con el hijo de otra por una presa así. Incluso ella. Ella lo daría todo por él. Apretó los labios pensando en lo que diría su madre de eso. Seguramente que tenía que pasarlo por alto porque era suya y lo sería hasta la muerte por mucho que él no la quisiera. Se quedaría sola y no tendría hijos mientras él seguía con su vida. Maldito el día en que su madre se sintió tan agradecida con él como para regalarle a su hija. Había destrozado su vida porque desde entonces le había inculcado como ser la perfecta esposa de un Bansley.
El timbre de la puerta la despertó. Agotada ni se pudo volver y escuchó pasos en las escaleras. Abrió los ojos a duras penas pensando que si era un ladrón que se llevara lo que quisiera, pero luego se dijo que un ladrón no llamaría a la puerta. Alguien se asomó y medio mareada vio que era la enfermera del doctor Carpenter. Marni con una sonrisa en el rostro se acercó. —Vaya, vaya, bella durmiente. Menos mal que se dónde guardas la llave de repuesto. —Le pasó la mano por la frente perdiendo la sonrisa de golpe. —Estás ardiendo. —Se agachó sobre ella. —¿Te cuesta respirar?
—Estoy muy cansada —susurró antes de toser.
Salió de la habitación antes de que pudiera decir nada y volvió con un vaso de agua. La ayudó a incorporarse y la hizo beber. Cuando la acostó en la cama se agachó y abrió una bolsa que ni había visto sacando un tubo. —Estás peor, Carolyn. —Le puso algo en el dedo y al cabo de unos segundos le sujetó una mascarilla en la cabeza. —Te voy a poner algo de oxígeno mientras llamo a una ambulancia. Hay que ingresarte.
En ese momento le daba todo igual y cerró los ojos mientras una lágrima corría por su sien. —Todo irá bien —dijo poniéndose el teléfono al oído—. ¿Doctor Carpenter? Ha empeorado bastante. Le pondré el antibiótico por vía mientras espero a la ambulancia. —Se sentó a su lado y cogió su mano tirando suavemente de ella para mostrar el interior de su brazo. —El oxígeno te ayudará. Todo irá bien.
Nada había ido bien desde la muerte de su padre. Casi daba igual que se muriera porque a nadie le importaría. Sí, así se acabaría todo. Se acabaría la soledad y la tristeza que día a día intentaba superar. Llegaría la paz y olvidaría a todo y a todos para siempre. Marni le inyectó algo, pero ella casi ni se enteró porque solo quería dormir.
—Está en la UCI —dijo el doctor que la atendía en el hospital de San Antonio—. Apenas dos horas después de estar aquí hemos tenido que entubarla y la hemos trasladado para monitorizarla porque sus niveles de oxígeno en sangre eran muy bajos. Como no tiene familia y trabaja para ustedes les seré sincero, está grave. Esperemos que el tratamiento y el control exhaustivo hagan que se recupere cuanto antes.
Keigan vio como Colter se llevaban las manos a la cabeza. —¿Cómo ha podido pasar esto? Tenía un resfriado, pero parecía estar bien.
—¿Bien? Dudo que ayer estuviera bien. Y de hecho he hablado con el doctor que la acompañaba cuando fue ingresada, el doctor…
—Carpenter —dijo Colter.
—Ese. Pues el doctor Carpenter fue muy claro con ella, debía tener reposo absoluto y tomar la medicación porque sus niveles de oxígeno en sangre ya eran bajos. De hecho, la llamó antes de la cena preocupado por su estado y ella le dijo que estaba mejor cuando evidentemente era mentira.
Los hermanos se miraron y Keigan dijo —¿Podemos verla?
—De momento no. Ya han pasado las horas de visita en la sala que está, pero mañana una persona podrá pasar diez minutos a verla. —Miró su reloj. —Discúlpenme, pero tengo que regresar a urgencias.
—Gracias.
Cuando se alejó por el pasillo Colter juró por lo bajo. —¿Cómo no me di cuenta?
—No se dio cuenta nadie, hermano. Y ella disimuló lo que pudo. Seguro que con la llegada de July y Derren no quería molestar.
—¿Molestar? Está en la UCI joder y yo esta mañana recriminándole que los huevos estaban fríos. —Se dejó caer en la silla que tenía detrás y apoyando los codos sobre las rodillas se apretó las manos. —Soy un cabrón de primera.
—Ella es la responsable. Tenía que haber dicho que no se encontraba bien.
Sonrió irónico. —¿Para qué? ¿Para que la echáramos de casa?
Keigan apretó los labios. —Hermano, mi mujer está embarazada…
Colter suspiró. —Lo sé. Es lógico que te asustaras.
Se sentó a su lado. —No eres responsable de ella. Ninguno lo somos. Es una pena que no tenga familia y hemos intentado que se sienta a gusto en casa tratándola como a una más, pero ninguno es responsable de sus decisiones y decidió no decirnos nada. Además, puede que el tratamiento no hubiera funcionado y terminara igual aquí, eso no lo sabe nadie.
—¿Eso te hace sentir mejor? Porque a mí no.
Keigan suspiró. —Joder, a mí tampoco.
Colter miró el suelo. —Es mía, es mi responsabilidad y la he dejado de lado.
—No es de nadie.
—Su madre la educó para mí. Se siente mía y la he dejado sola.
—Hermano no pienses locuras. Su madre perdió la cabeza el día en que te la dio. Le conseguiste trabajo, joder, fue un favor y los favores se devuelven no se regalan hijas. ¿En qué siglo vivía esa mujer?
Colter negó con la cabeza. —Dos días antes de morir me llamó, ¿sabes?
—¿Qué?
—Sí, ya estaba aquí y me dijo que viniera a las dos que era cuando su hija se iba a comer. Y lo hice. Se estaba muriendo y me parecía mal no venir. Estaba consumida por el cáncer. Me impresionó tanto que cuando me pidió que cuidara de su hija le dije que sí. —Sonrió con tristeza. —Sabía perfectamente a lo que se refería. Quería que la reclamara y le dije que lo haría. ¿Y qué hice yo? Ni asistí al funeral.
—Estabas fuera por negocios. Recuerdo ese día. Llegaste al día siguiente. Carolyn preguntó por ti.
—Sí, busqué la manera de no asistir al funeral de su madre porque sabía que eso le crearía esperanzas. Y unos días después me llamó. Me preguntó si nos casábamos ya o prefería que primero viviéramos juntos. Le colgué el teléfono y esa noche me presenté con Marisa en el hotel donde trabajaba para que lo pillara.
—Hermano…
—Lo sé. ¿Qué clase de persona soy que hago una promesa a una moribunda y después la incumplo? La dejé sola, joder, y seguí con mi vida sabiendo que me necesitaba. —Torturado se pasó las manos por su cabello negro. —Y mírala ahora.
—Creo que has evitado hablar con ella de este tema y deberíais tener una conversación.
—La he liberado del compromiso.
—Estaba presente, hermano. Lo recuerdo.
—¡Y siguió trabajando en el rancho! ¿Qué iba a hacer? ¿Decirte que la despidieras?
—Si hubieras querido que la echara me lo hubieras exigido. Si fueras sincero contigo mismo reconocerías que tú tampoco querías que se fuera.
—Es muy joven.
—Tampoco tanto.
—Doce años, joder. Soy un viejo a su lado.
Keigan separó los labios de la impresión. —¿Eres gilipollas? ¿Te gusta y la has ignorado sabiendo que era tuya?
—Mira quien fue hablar.
—Lo de Amelia era distinto.
—Claro, ¿por Shine? No me jodas, querías vivir tu vida. ¡Cómo yo quería vivir la mía! ¡No quería atarme a nadie!
—¿Y ahora?
Él apretó los labios. —¿Ahora que le he hecho tanto daño? ¿Ahora que voy a tener un hijo con otra mujer?
Keigan se tensó. —¿Qué se te está pasando por la cabeza, hermano?
—Mi abogado me ha dicho que sería mucho más fácil que me dieran la custodia a mí si estuviéramos casados y después pidiera el divorcio.
—¿Vas a casarte con esa zorra para luego divorciarte cuando tenga al bebé? ¿Estás loco?
—¿Crees que me costaría conquistarla?
—Iría corriendo al juez para decir sí quiero y así convertirse en la señora Bansley. Pero es que ese nombre no le corresponde a ella, hermano. Le corresponde a una mujer que te ame por encima de todo y una mujer así está ahí dentro luchando por su vida.
—¿Quién dice que me ame? Puede que quiera estar conmigo por esa maldita promesa que hizo su madre. Puede que solo quiera no estar sola.
—¿Estar sola? —preguntó incrédulo—. ¿La has visto bien? En la boda no había hombre que no se la comiera con los ojos. Incluso a los mayores de sesenta años se les caía la baba cuando les sonreía. No hay vaquero en la comarca que no esté loco por conseguir una cita con ella, ¿crees que si quisiera estaría sola mucho tiempo? Si está sola es por ti.
—¡Por la promesa!
—Deja de decir estupideces. Si no quisiera estar contigo habría salido corriendo del rancho en cuanto la liberaste para vivir su vida. ¿Es que estás tan ciego que no ves que cada vez que la rechazas le haces daño? Porque he visto esa mirada antes en el rostro de mi esposa y te aseguro que es algo de lo que me arrepentiré siempre.
Él agachó su rostro para mirarse las manos y Keigan negó con la cabeza. —No busques más excusas como hice yo, Colter. ¿Quieres estar con ella o no? —Su hermano no contestaba y Keigan le acarició el hombro. —Me siento responsable de esto, ¿sabes?
—¿Qué coño dices?
—Me di cuenta con Derren. Aquella noche que se lio con Marisa nosotros le empujamos a que la traicionara.
—No eres responsable de sus decisiones. Si hubiera sido maduro para estar con July nada de lo que le hubiéramos dicho le hubiera afectado.
—Soy el mayor. Debí haberle dicho que tenía un compromiso con ella… Pero éramos los tres Bansley y…
—Sentiste celos. Yo también. No quería que ninguna mujer rompiera lo que teníamos. —Se miró las manos. —Soy un auténtico cabrón.
Keigan pensativo apoyó la espalda en el respaldo de la silla. —He tenido una suerte enorme de que Amelia me perdonara y que July superara todo lo ocurrido para perdonar a Derren. ¿Crees que Carolyn será distinta?
—Lo es. Amelia y July siguieron con sus vidas. Carolyn me ha esperado siempre. El daño que he podido hacerle es mucho mayor.
Sabía que le hablaban a ella, pero los ojos le pesaban muchísimo y cuando los abría veía borrosas las figuras de las personas que la rodeaban. —Venga, Carolyn… hora de despertar —dijo una voz autoritaria a su lado.
Elevó los párpados totalmente agotada y alguien se acercó a su rostro. Era un hombre mayor con un gorro blanco en la cabeza que sonrió. —Muy bien, ya estás aquí. —Se enderezó saliendo de su campo de visión. —Preparados para extraer el tubo. Vamos a ver cómo responde.
Ni sintió que le despegaban un esparadrapo de la comisura de la boca, pero sí como inclinaban su cabeza ligeramente hacia atrás. Sus ojos se cerraron. —¿Carolyn? No te duermas. Vamos muchacha, ayúdanos un poco.
Abrió los ojos de nuevo. —Buena chica —dijo alguien tras ella. Sintió como la sujetaban de la barbilla y el hombre dijo —Respira hondo. —Algo se movió en su garganta, pero tampoco fue consciente del todo de que le quitaban el tubo para respirar.
—Todo perfecto, doctor —dijo una mujer.
—Muy bien, Carolyn. —Cogió su mano y su cara apareció ante su rostro de nuevo. —Temimos por ti, pero has demostrado que eres muy fuerte y has sobrevivido. Ahora solo te queda disfrutar intensamente de lo que puede regalarte la vida. No desaproveches esta oportunidad.